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sábado, 26 de noviembre de 2011

Sed de lo inefable




Sed de lo inefable, de lo sublime, del amor único y verdadero, el que nos conmueve el alma, del afán y anhelo de estar contigo, junto a ti.
Sed de sentir tus besos en mis labios, con el dulzor de una caricia, de un frescor de agua límpida y pura.
Sed de lo inefable, de lo indecible, de lo impronunciable, sed de secretos compartidos, de abrazos íntimos, apretados, de diálogos tiernos, como de estrellas que vienen de otra vida.
Sed de lo inefable, de lo inenarrable, sin poemas de amor, ya que cuando te marchas solamente quedan sombras que dejaste, de palabras invisibles, sin labios, escritas en papeles.
Sed de amor, del que me vela con un tul de luna y me transforma en un cisne que soñando vuela, contigo muy lejos para vagar por los caminos de luces y de sombras, de estelas estrelladas.
Sed del sueño mío, de estar en los brazos aquellos a quienes entrego mi alma.
Sed de lo inefable, de buscar donde saciar mi ansia de sentirme amada, sin dudas del mundo y de tu amor como milagro insólito e inesperado que colma ansias y deseos ocultos como prodigios perdidos de siempre y encontrados al fin.
Sed de ti, de tu piel, de tu mirada, de las auroras compartidas en un gran mundo de luces, sin oscuridades y miedos.
Sed de lo inefable, de lo perfecto, del lugar al que tú me llevas desde el vasto azul sobre la tierra donde a mi alma virgen perfumas y viertes en ella luces, flores y un aroma vago que la inunda de amor.
Sed de lo inefable, de la placidez, de la pureza, de la tierna espera, solamente de ti, porque se que me voy contigo al mundo nuestro, pleno de signos y de señales para que no nos perdamos nunca más.