Estos son los poemas de Martha Urquizó, poeta uruguaya que ya publicara quince libros de poemas de amor en Montevideo, Uruguay, titulados: Logros de Vida, Mi Verso es un Canto, Los Colores de los Sentimientos, El Abrazo de la Luna, Poemas que Viajan, Sinfonías de Amor, Crónicas de Amores Vivídos, El Cantar del Alma, Memorias del Viento, Cartas al Amado Ausente, Amor, Pasión, Dolor, Historias de Vida, Verdades Incomprendidas, Palabras en silencio y El Aroma de la Noche.
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sábado, 3 de enero de 2015
Alba de amor
Alba de amor,
la noche cuajada de
estrellas
envió desde todos sus
astros
la más pura armonía
de reflejos
como ofrenda nupcial
a mi tálamo.
¡Cómo suena en mi
alma
la clara vibración
pasional de mi amado,
que se abrió todo en
círculos inmensos
donde anduvo mi amor
de su brazo!
Alba de amor,
la luz áurea va
inundando
nuestras almas y
cuerpos,
la ternura de todos
los surcos
se ha quedado
enredada en mis pasos
y los dulces
instantes vividos
siguen tenues en mi
alma soñando.
La emoción que brotó
de nuestras vidas
ha tornado la ruta
del alba
y ahora vuela por
todos los prados.
Ya la noche se fue,
queda el velo que al
recuerdo
se enlaza apretado y
nos mira
en estrellas dormidas
desde el cielo en
nosotros rondando.
Alba de amor,
ya la noche se fue
y las nuevas
emociones del alba
se han atado.
Todo sabe
a canciones y frutos.
Se ha quedado tu vida
en mi vida
como el alba se queda
en los campos
y hay mil pájaros
vivos
en mi alma de esta
noche
de amor entre cantos.
Quisiera guardar en
secreto
esta noche larga pero
mi alma
no puede alcanzar el
silencio del poema
sin palabras y saltan
y juguetean
entre mis labios los
versos de amor
como vibraciones
íntimas.
Alba de amor,
vivimos una noche
colmada de sueños,
lo saben nuestras
almas
más allá de las islas
y más allá del sol.
El trópico,
en sandalias de luz,
prestó las alas y tu
sueño
y mi sueño se
encendieron juntos.
Esta noche se ha ido,
casi aurora,
casi ronda de luna
entre montañas,
como una sensación de
golondrinas
al picar su ilusión
en una rama.
Alba de amor,
noche rasgada con
claridades
de esencias altas
circundadas
de emociones intensas
y me surgen canciones
con palabras
y en mi pulso laten
mis poemas andando trémula
por los astros como
si yo no fuese por la tierra.
Alba de amor,
que noche de hojas
suaves y de sombras,
palpitante de aromas
y gozos
con cántico de
vientos
entre embelesos de
luces mágicas.
Noche larga con
cantares dulces y poemas,
frases,
prosas de amor que
cruzan y se van
a lo lejos a
horizontes lejanos,
vibrando con su eco
las palabras
temblorosas y ávidas
que tú,
mi amado,
no me dejes ir de tu
lado
y me tengas abrazada
como una cadena de
flores perfumadas.
La noche triste
La noche triste,
quejumbrosa,
galopa entre las oscuras nubes
tras un rayo,
un
trueno,
dejando en el horizonte
cenizas de penas.
La noche galopa dando brincos,
luces de estrellas
en sus cascos negros.
Me interno en ella,
el miedo me rodea,
busco entre luces
alguna luz que me guíe
hacia el sendero,
ese, el que vi en sueños,
que entre árboles ralos
me llevaba hacia la luz.
La noche triste,
entre
golpes de resplandores rojos,
crepusculares,
da vida, sin quererlo,
a pequeños brotes de bambú,
de caléndulas,
de siempre hermosas amapolas,
dando a mi alma
resquicios de calma,
de serenidad,
de fe.
La noche triste
sigue en su galope sin fin,
levanta al cruzar mares,
cielos,
horizontes,
un sinfín de sueños truncos,
rotos, resquebrajados
por brujas malvadas
y duendes traviesos.
Es un potro salvaje y negro
con crines al viento,
con cascos de plata
y arneses de estrellas.
Galopa en extensa llanura
donde en los confines del tiempo
su trotar eterno descansa
cuando aparece la esclarecida aurora
con sus haces dorados
de atrapante misterio.
Entonces, ese potro
hondo y negro
se desvanece poco a poco
para seguir renaciendo.
La noche triste
envuelta en niebla
da sinsabores a mi corazón.
Una sutil muselina rodea
la luna.
La suave luz de opalina
esmerila la laguna.
La noche de negra esclavina
se desgarra en espinas de tunas.
Una luz peregrina reina
en alba bruma.
No quiero recordarte
No
quiero recordarte,
dime
por favor, donde estás,
en qué
rincón puedo no verte,
dónde
puedo dormir sin recordarte
y dónde
recordar sin que me duela.
Quiero
caminar sin ver tus huellas,
correr
sin ir a buscarte,
quiero
descansar sola con mi tristeza.
Déjame
cobijarme en paz,
bajo la
sombra de los sauces,
enhebrando
algún poema de amor
como un
collar de letras y sílabas.
No
quiero recordarte,
no
holles mi memoria,
en el
tedio de la espera cotidiana,
dónde
el tiempo riguroso
sazonaba
de sombras
y de
lágrimas tristes.
No
vuelvas de repente a mi vida,
como
llegan las nuevas
que
sacuden mis entrañas
y así,
haces temblar el aire
quedando
yo, cabizbaja,
empañada
mi voz,
quebrada
el ala del amor,
en mil
pedazos.
No
quiero recordarte,
no quiero
quedar triste
ni
exánime
para no
derramar ni una sola
lágrima
más.
Estás
en mí
y no lo
estás,
como
una lluvia
de
suavidades indefensas
que
pide que salga
de la
rutina muerta
por
tratar mi sed de olvidarte,
en el
silencio torvo,
oscuro,
misterioso.
¿Será
mi culpa el querer
no
recordarte?
¿Toda
mía
es la
culpa de tu ausencia?
¿Y mi
miedo de amarte
sin ser
amada?
No
quiero recordarte,
tan
solo decirte
¡adiós!,
adioses, sin adiós,
el
acero del otoño
nos
parte la vida
en dos
mitades.
El
tiempo que era para nosotros
un
siempre
ahora
partido está:
ayer,
mañana.
Nuestra
sombra, sola,
era
única,
ahora
está truncada en dos,
tú y
yo.
No
quiero recordarte,
secos
rasgos,
los
vientos firman,
sentencias
últimas
en
nuestros destinos,
aquí,
el tuyo,
allí,
el mío.
No
quiero recordarte más,
no
deseo que veles más mis sueños
y no
puedo morir
porque
te seguiré amando.