Estos son los poemas de Martha Urquizó, poeta uruguaya que ya publicara quince libros de poemas de amor en Montevideo, Uruguay, titulados: Logros de Vida, Mi Verso es un Canto, Los Colores de los Sentimientos, El Abrazo de la Luna, Poemas que Viajan, Sinfonías de Amor, Crónicas de Amores Vivídos, El Cantar del Alma, Memorias del Viento, Cartas al Amado Ausente, Amor, Pasión, Dolor, Historias de Vida, Verdades Incomprendidas, Palabras en silencio y El Aroma de la Noche.
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domingo, 22 de mayo de 2016
Desilusión desgarradora
Desilusión
desgarradora,
mi corazón sangra
en una corriente continua
de
dolor y pena.
He sido
lastimada,
herida
sin culpas ni reclamos,
sólo
por el hecho de encarar
la
verdad frente a frente.
Desilusión
desgarradora,
los sentimientos se enredan, se mezclan
en un torbellino de dudas y temores.
La vida
nos depara, sin darnos cuenta,
pisando
a hurtadillas
con
situaciones penosas y adoloridas.
¿Cuál
es la razón de esta maraña
de iras
ajenas en las que estoy sumergida?
Es un
ahogo en el alma,
la maldad, la mezquindad,
buscan
la inocencia, la credulidad, la ingenuidad,
para
anidarse energías puras y positivas
y así
se sostienen en soledades interminables
de las oscuras noches.
Desilusión
desgarradora,
¡qué de pesos inmensos, orbitales, celestiales
se
apoyan en la nada de hondos abismos,
buscando por doquier la luz
que los
ilumine y les de fuerzas
para
continuar su labor
de
socavar el bien y el amor.
Me
engañan con ficciones,
falsos
paraísos flotantes sobre el agua
que me
ahogan de pesares infinitos.
Busco
lo verdadero, el amor único y total
y no lo
puedo hallar,
sólo
encuentro signos y simulacros
trazados
en papeles blancos, verdes, azules
que
vuelan con el viento lejos de mí.
Desilusión
desgarradora,
me persiguen
esas almas atormentadas
que
vuelven del osario inmenso
de los
que no se han muerto
porque
ya no tienen nada
que morirse en la vida.
El
dolor me acompaña
como
símbolo irrefutable
de que
existías tú en ese lapso de instantes
de
creíble amor
pero
mientras yo te sienta,
tú eras
la prueba de dolor
de
otros momentos en que no me dolías.
Desilusión
desgarradora,
has
dejado tan sólo polvo,
vagos
rastros fugaces,
recuerdos
ínfimos en mi alma,
rasgada
por hendiduras sin sostenes algunos.
Mi alma,
como alas,
sosteniéndose
sola a fuerza
de
aleteos desesperados,
pesarosos, a fuerza de no posarse nunca,
de
tratar de volar
llevando por doquier
la esperanza de que existe el amor,
ése, el
verdadero, el creíble,
no en
leves mundos frágiles,
sí en
únicos y donde se albergan
las
verdades más profundas.
Desilusión
desgarradora,
no
quiero pedir apoyo para superarla,
ni a
los barcos ni al tiempo.
Quiero
internarme sola en galerías enormes,
abriendo
en los granos de arena
las
minas de llamas o azahares,
para
hilvanar entretejiendo
ese
amor dulce
que no
desgarra ni hiere.
Y en
ese desliz, en estelas,
pisando
nubes sin huellas,
no
mirar más el recuerdo
de esas sombras mezquinas y oscuras
que ya
no existen más.
Mis
manos están vacías de ellas
igual que mi corazón y mi alma.
Vehemente Amor
Vehemente
amor,
apasionado,
te amo
intensamente,
me
debía bastar con lo que ya me has dado
y pido
más y más,
cada
beso tuyo
me pide
otro para cumplirse a sí mismo
ya que
tú nunca podrás
dar
otra cosa de ti más perfecta.
Se
cierran mis ojos esperándote,
límpida,
impetuosa
como la voz primera
porque tu entrega es reconquista de ti,
vuelves a mí en cada momento
entusiasta,
fogoso,
buscando mis más íntimos secretos.
Vehemente
amor, efusivo,
totalmente
entregado
a este querer de dos,
por eso
no te expliques tu amor,
ni me lo expliques,
obedecerlo basta.
Me
hundo en tu querer,
llenándolo
de sí es de gozos,
de
pasiones, de deseos sin fin.
Tu forma de querer
es dejarme que te quiera.
El sí
con que te me rindes
en el
silencio.
Tus
besos
son
ofrecerme los labios
para que los bese yo.
Vehemente
amor,
estoy
abrazada a tí
sin
preguntarte nada,
de
miedo a que no sea verdad
que tú
vives y quieres.
Estoy
abrazada a ti,
sin
mirar y sin tocarte,
no vaya
a ser que descubra
con
preguntas, con caricias,
ese
soledad inmensa
de
quererte sólo yo.
Vehemente
amor,
el
firmamento resplandece
cuando
me acunas en tus brazos
y me
llevas las manos a tu pecho,
amor, que desnudándote
caminas
sobre el muro
que
cerca mi silencio.
Mi piel
se enciende
con
rubores de deseo
y floto
sobre el agua
que
mana mis recónditos adentros.
Sacúdanse
las bases de mi sangre
para que aparezca tu nombre contra el cielo.
Vehemente
amor,
te necesito a mi lado,
cerca muy cerca,
mi
cuerpo enredado en el tuyo
en un aire estremecido de ternura
y
bajado de altísimas esferas.
Tú eres
para mí
viola
de amor que toca
con sus
notas
cada
fibra de mi cuerpo todo
cincelado
en nácar verde
y
perfil modelado en blanda cera.
Apoyada
en el calor de tus hombros,
enlazo
las cimas de lo cielos en la tierra.
Creces
hacia dentro de mis dedos
y al
roce y al llamado de tus ojos
se alza
de mi sangre
un efusivo abrazo
que te
cobija muy dentro mío.
Vehemente
amor,
no
quiero que te vuelvas recuerdo,
sombra
esquiva entre mis brazos,
quiero
tu ardiente cuerpo
que me
entregas entre tus brazos.
Eres mi
felicidad,
mi
dicha toda,
dentro
de mi te llevo
porque
digo tu nombre.
¡Ven y
tú llegas despacio y quedo!
¡Ven a
mis brazos abiertos!
¡Ven
con tu amor que me ata
y me
desata en cada lujuria
de tu
mirada errante
con tu
alas que me envuelven toda,
con tus
labios de amantes
ardorosos
y tiernos!
Seré tu
pasión,
tendrás que amarme
con tu
brazos redentores.
Vehemente
amor,
¡cómo decirte que te quiero mío
y me
quiero tuya
por
toda la eternidad!
Una mirada furtiva
Una
mirada furtiva,
huidiza,
escalofriante,
que me
deja anonadada,
en
temblores
que
provocan en mi alma
desazones
sin fin.
Entre
los dos
el
silencio se alarga y crece.
Sentidos
que laten los embates
que el
tiempo desafía entre cenizas y ruinas
que en
una larga agonía,
se
duermen en un escondite secreto.
Una
mirada furtiva
que
hace que cierre mis ojos
para no
sentir que te he perdido
para
siempre,
no
siento el cercado de tus brazos
ni veo
tu fuego
que en
los fuegos arde.
Te
llamo hasta quebrar mi voz,
por eso
me derramo
en
llantos y sangra mi corazón.
Una
mirada furtiva, cautelosa,
siguiendo
en pos de mí
como una aparición fantasmal
para no
dejarme encontrar
el
camino hacia mi espiritualidad toda,
conmigo
misma.
Así, en
movimientos lentos
como
alas de aves
en un
rítmico volar
mis
sueños se elevan a cielos infinitos
para
perderme lejos y no sentir
sobre
mis hombros cansados
tu
mirada furtiva, sigilosa,
cuando
tú y yo en pequeñas pláticas
hacían
nacer mis suspiros de desesperación.
¿Por
qué mis suspiros renacen
y
vuelven entrecortados y estremecidos
desde
el fondo de mi alma
cuando
estamos juntos?
Hay
algo en mi cuerpo
que
viene de un tiempo lejano,
es una
querencia,
un
ansia de volverte a ver,
a verte,
de
seguir contemplando tu antigua mirada brillante,
a veces
triste,
nunca
disimulada,
ni
solapada.
¿Por
qué amor mío,
tu
antigua mirada
no es
la misma en mi presente mirando?
Me
reconozco y la extraño.
¿Dónde
está?,
¿Vivo en ella?
¿O ella
en mí?
Mirada
furtiva,
cae
sobre mí como una fuerza
que me
invade y enajena mis sentidos.
¡Vete
ya de mi vida!
¡No te
quiero frente a mí, me desespero!
Sin
sintonía, mi cuerpo se marchita,
mi
mente se obstruye, mi corazón se agita.
Quiero
sentirme capaz
de ser
mi propio apoyo,
de ser
mi tránsito en esta vida mía.
Mirada
furtiva,
oculta
en tus ojos negros,
me
lleva al submundo del resto de la Creación.
¡Déjame
vivir libre,
con
sentimientos claros y preciados!
No
deseo sentir ningún vínculo con tu vida,
¡Haz la
tuya!
Tengo
sed de visiones nuevas,
las que me proyectan a un nuevo mundo,
azules
tenues
que me
llevan a azules perfectos,
lejos
de tu mirada furtiva,
ajena a
mí,
en un
callado empuje
que me
eleve por aires alados
a
horizontes plenos de luz y de amor.
Dame mi
libertad,
mi
espacio abierto
en
campos de amapolas y alelíes
entre
bandadas de visiones
con mis
ojos cerrados
que me
llevan
a mis
lugares íntimos y secretos.