Estos son los poemas de Martha Urquizó, poeta uruguaya que ya publicara quince libros de poemas de amor en Montevideo, Uruguay, titulados: Logros de Vida, Mi Verso es un Canto, Los Colores de los Sentimientos, El Abrazo de la Luna, Poemas que Viajan, Sinfonías de Amor, Crónicas de Amores Vivídos, El Cantar del Alma, Memorias del Viento, Cartas al Amado Ausente, Amor, Pasión, Dolor, Historias de Vida, Verdades Incomprendidas, Palabras en silencio y El Aroma de la Noche.
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lunes, 11 de julio de 2016
Nuestras miradas
Nuestras miradas
fueron como un primer
beso
de amantes
incipientes.
¡Asombro!
¿Es obra humana tanto
gozo?
¿Podrán nuestros
labios
encontrarse alguna
vez
y con apenas un roce,
sentir el placer,
el amor intenso,
la entrega toda de
uno en otro?
Volarán al segundo
beso
y al tercero
y hasta que los
abrazos
nos inunden en un
manto tibio de amor
envuelto tras gasas y
tules
abrazados nuestros
cuerpos desnudos
como uno solo.
Nuestras bocas
férvidas se encontrarán siempre
no sé si en este
mundo o en el otro.
¿Por qué si ya los
hálitos se juntas,
los labios a posarse
nunca llegan?
Tan al borde del beso
y no nos besamos
nunca.
Obediente al ardor de
un mediodía
muerdo la fruta
nueva.
Mi boca anhela el más
dulce jugo
y del anhelo no pasa.
Se le niega cuando el
labio
presiente su dulzura,
tus labios serán de
los míos
me hicieron sentir
primavera,
pulpas de mayo,
azúcares de junio,
día a día sumados a
la miel de tu boca,
consumación, feliz,
lejana y distante.
Desde rutas sin fin,
último paso te
presiento, amante,
pie en el aire
trayendo tu amor a
donde tu amor espera.
No podemos concebir
nunca
que de imposible se
vuelve la pareja.
Flechas del alba
cruzan
por los incorpóreos
aires,
llevándote todo mi
amor,
mi dulzura,
mi risa,
mis caricias,
mis pasiones.
No te voy a herir,
te voy a amar
con tanta intensidad
que la bóveda al
cerrarse
abre más cielo.
Y en la hermosura
basta de estos límites
siente el alma que
nada la termina.
Somos imágenes que
inclinan su rostro
sobre espejos que
nunca se reflejan.
Ritmos y silencios
Ritmos y silencios,
la naturaleza toda,
siempre la misma y diferente,
nos conduce a momentos
únicos e inolvidables.
Dame a beber la poesía en el
raudal
de inspiración que es fragor de lucha
en el día y en la noche meditación.
Una melodía de lejana orquesta
viene con el día y anda en la floresta.
¿No ves alma mía
que el silencio se aquieta
entre algarabías y festejos?
Entre ritmos y silencios,
el silencio avanza y ante él,
la esperanza del vivir entre
ímpetus,
anhelos,
deshoja una flor y el alma recibe
dicha,
alegría,
surgiendo sin querer versos,
palabras de amor,
prosas poéticas.
Prefiero los ritmos,
las cadencias,
las canciones,
ya que el silencio
puede ser un humo congelado
sin olor a combates,
un perfume que estuvo,
un color que exprimió su gama de
color,
el acto,
revelado en un veraz espejo.
Los ritmos son palabras,
extendiéndose de una vez a sí
mismos,
es plenitud de amores,
plenitud de periplo.
Ritmos y silencios,
juntos se entremezclan,
se enhebran en hilos de plata,
son dos ingredientes:
siempre y nunca.
Del silencio al silencio.
Tal el viaje completo.
En el trayecto,
ritmos, bacanales,
algarazos, proezas musicales,
poemas de amor que vuelan.
Pero, en ambos confines del
paisaje,
silencios.
Es como un viaje,
es la vida,
en ambos confines
del paisaje del existir,
silencios.
Uno gesta el abordaje,
impío,
el otro acecha
entre corales engañosos,
las fauces abismales,
prontas para el viajero de la vida.
Ritmos y silencios,
en motín valeroso y vocinglero,
como ángeles rebeldes,
nos alzamos para burlar el férreo
derrotero
y encontrar el sendero luminoso de la vida,
el de la alegría,
amor,
placer y gozo.
Más por más
que hurguemos nuestro destino
está en el timón el rumbo
escrito de cada viajero.
Un bandazo final y naufragamos,
voraz silencio engulle nuestro
grito
pero con todas nuestras fuerzas
e inagotable energía
emergemos a la luz
que nos hace estallar en cabriolas y danzas.
Ritmos y silencios,
nuestra vida nos disuelve
con la espuma del mar,
nos remonta con la bruma,
nos desbrida con el viento
y con un hondo estremecimiento
se aquerencia en nuestro interior
el deseo único de amar hasta la
muerte.
Destellan en nuestro derredor
un símil de paraíso,
un horizonte claro y puro,
un límpido cielo azul
entre deslumbrantes colores
de crepúsculos cambiantes
y así entre ritmos y silencios
nuestra vida se desliza entre hechizos,
magia de amores y desamores,
entre combates sempiternos
en búsqueda de la verdad de amor
sea tan solo un momento.
El aroma de la noche
El aroma de la noche,
con un perfume de yerba buena y a pinos,
con olores refinados que se despertarán
en el campo a la mañana.
A veces rumoroso se aproxima
y a veces alejándose se apaga.
Con inocente ritmo todo el paisaje canta.
Es la hora del amor
y al vernos juntos un espejo azulado,
un arcoíris se enciende.
El olor de la esperanza,
siempre es el más deseado
pues es la sal de la vida,
la que yo siempre he soñado.
Todo el paisaje canta.
La luz en los renuevos
y en las nubes se enciende.
El aroma de la noche
se nos acerca más
por el vagabundo viento entre las ramas.
Todo el pastizal con flores húmedas de fragancia
nos inundan en nuestro tibio lecho
ebrios de dicha y amor encendido.
Me gusta el aroma apasionante de la noche,
fragancia melancólica
de magia escondida.
Inquieta y penetrante
como nuestro deseo y pasión.
Tan puro y tan denso…
como un vino de amores.
El aroma de la noche
nos conduce entre susurros,
murmullos de amor,
perfumes de magnolias,
azucenas, amapolas,
que nos tienden juntos,
en un nido de paz.
El canto de la aurora se asoma
como una claridad triunfante,
vuelve en la nave de la noche blanca
y él se hace más denso cuanto más aclara.
Huye y ajusta el corazón
su rítmico latir a la cadencia
que inspirada con un millón de notas
nos subyuga y en un millón de arpegios
nos levante cuando al comenzar a brillar
la aurora todo el paisaje canta.
El aroma de la noche,
misterioso, vibrante,
subyugante,
un naranjal en flor nos acuna
y tú aprietas mis deseos
bajo las estrellas rutilantes,
calientas mi piel con tu pasión al viento.
Fluye el río del tiempo,
nos empapamos en sus aguas,
se nos encoge la voz,
nuestras miradas se endulzan.
Se nos agranda el corazón,
la piernas se acalambran,
se estremecen nuestros brazos
y se yerguen nuestras espaldas.
El aroma de la noche,
límpido, calmo,
cálido y el aire hiende en pos de la campana,
averigua del río los cristales,
perfumes, luces,
formas y sonidos azuzan
y apaciguan nuestros sentidos en un riesgoso
y repetido juego de amor hasta lo imposible.
Detrás, en la noche,
la espesa niebla del misterio y más allá,
ocultos en nuestro recóndito lugar,
un dios mudo,
sordo y ciego nos contempla.
Cuando el cielo se afina al conjuro
de un sutil cosquilleo de flautas
y la última estrella remisa abandona
su puesto de guardia,
no perdemos tú y yo
en el abrazo final de esta noche nuestra
y nos seguiremos amando siempre.