Estos son los poemas de Martha Urquizó, poeta uruguaya que ya publicara quince libros de poemas de amor en Montevideo, Uruguay, titulados: Logros de Vida, Mi Verso es un Canto, Los Colores de los Sentimientos, El Abrazo de la Luna, Poemas que Viajan, Sinfonías de Amor, Crónicas de Amores Vivídos, El Cantar del Alma, Memorias del Viento, Cartas al Amado Ausente, Amor, Pasión, Dolor, Historias de Vida, Verdades Incomprendidas, Palabras en silencio y El Aroma de la Noche.
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miércoles, 20 de julio de 2016
Encuentro inesperado
Encuentro
inesperado,
fortuito,
sin esperanzas
de que
el amor único
fuera
el que se acercaba, acechaba,
con
ímpetus de pasión y deseo.
Mi alma
se sintió acongojada,
mi
mente colmada de pensamientos
incoherentes
y confusos.
¿Qué
sucedió en mi vida
que el
amor, el sentido,
se fue
y aparece otro,
no
deseado, no esperado?
¿Por
qué, amor no esperado,
llegas
sin avisar, sin decir nada,
como
ladrón por la noche,
con tan
sólo ansias desesperadas
de
estar junto a mí
con
promesas de hacer feliz
a quien
no puede impedir que entres?
Encuentro
inesperado,
llegas
arrasando con todos los sentimientos
que
están a tu lado
para
después irte
y dejar
vacío mi corazón,
y tristeza
en mi vida, gris y sin ilusiones.
No
quiero más
que
llegues a tocar
ni un dedo
de mis manos,
ni a
respirar a mi lado,
ni a
sentir el palpitar de mi sangre
corriendo
por mi cuerpo.
Tú no
eres ni serás
la luz
de mi oscuridad,
a pesar
de tu tenacidad
y
paciencia por serlo.
Encuentro
inesperado, no deseado,
te
quiero lejos de mí, muy lejos,
que las
distancias se muevan
como
alas batientes,
llevándote
al horizonte de tu vida, sin mí.
Vete
moviéndote con el viento
en su
susurrar, sosegado,
a
montes que su verdor
sangra
en el río.
Encuentro
inesperado,
con el
hombre que alguna vez
formó
parte de mi vida
pero
que un día cualquiera,
como
todos los amantes
abandonaron
el sentimiento,
se
dijeron adiós.
Él
encontró su camino,
yo
encontré un nuevo sentido
a mi
manera de construir mi sendero.
No hubo
propuesta ni un acuerdo,
todo se
entregó a la nada,
a lo
inconcluso,
sin
palabras,
uno
marcó una ruta,
yo
hablé con un suspiro.
¿Por
qué regresaste a mi vida?
No
quiero que ni roces mi cuerpo,
ni me
mires a los ojos,
mi amor
por ti se acabó,
sólo
dejaste un zumbido en mi alma,
palabras
sin prefijos,
vocablos
inentendibles,
una
dicción no percibida.
No
regreses más,
vete
más allá de la lejanía,
sin
distancia,
que
desaparezca mi nombre
recogido
de tu boca
que
antes era el color
en la
música del viento.
Encuentro
inesperado,
con
sabor insípido y roces furtivos
como
dagas en mi pecho.
Necesito
salir corriendo, agitada,
mojada
en frío, huyendo de ti,
el que
me hizo sufrir,
desgarrando
mi corazón.
Voy
hacia el camino
a una
libertad madura,
con
sabor a un amor de mariposas frescas,
hacia
la luz,
a saborear
la paz
en
espera del verdadero amor.
Aromas de vergeles
Aromas
de vergeles,
en
prados florecidos
de
multicolores flores
y de
fragancias exquisitas,
allí
quiero estar.
Ir en
busca
del
edén divino de belleza,
para no
volver nada
o para
volver
inhibida
de fragancias
de
alelíes, rosas, azahares,
azaleas,
jazmines.
Tenderme
en los jardines
y unida
a las abejas
oír y
aprender el dúo
que en
la flor recién abierta,
el
perfume y el color
misteriosamente
elevan.
Pasar
por rosaledas,
contigo
abrazada
y que
su aroma nos inunde
en una
nube de esencia
como
emanaciones de amor recién florecido.
Aromas
de vergeles, de bosques umbríos
que
beben luz de las estrellas,
dormitamos
en el silencio blanco
de la
luna llena
o como
en potros de llamas
cabalgamos
en los cometas.
Pensativa
y calma
en el
vergel sumergida,
surgen
de mi corazón de poeta
los
versos de amor para ti
que un
rojo sol prisionero
encerrado,
encuentra.
Quiero
volar contigo
por
todo el universo
y
regresar con las flores inmortales
del
pénsil de la belleza.
Aromas
de vergeles
que
hacen nacer el ideal del poeta,
el que
está en el mundo interior
pleno
de encanto.
Suelta
la flor su perfume,
mas si
una frase lo aspira,
se
evapora o se consume
en las
cuerdas del violín.
Efluvios
de suspiros de amor
en un
intangible ensueño,
donde
lejana, la flor se esconde.
Aromas
de vergeles,
donde
la mujer poeta
escribe
lo que es en su fantasía,
ave y
flor, mirlo y lavanda,
pues
viven sólo en la bruma
que en
la ilusión se levanta
ese
canto que perfuma
y ese
perfume que canta.
Aromas
de vergeles,
bálsamo
de colores que nos inundan,
los
verdes más verdes,
los
tornasolados ocres,
los
lacres de hojas marchitas
nos
inundan de amor placentero,
pleno
de paz y belleza.
Tendida
en ese campo infinito
entre
amapolas y margaritas
el
aroma de la tierra húmeda
hiende
mi alma necesitada
de tu
intenso amor.
¿Bajo
qué fronda te escondes?
Ven y
tiéndete a mi lado,
el
cielo nos acaricia,
el
viento nos mece
y las
hierbas frescas
nos
acunan en su mullido lecho.
Aromas
de vergeles,
en esta
aurora placentera,
entre
mil estupendos follajes,
temblorosos
de primavera,
nuestro
amor crece, se agiganta,
entre
sones de música celestial
y canto
de pájaros.
Inquietud
Inquietud
porque el temor,
la duda me acechan,
de que los
poemas de mi mundo mágico
desaparezcan insólitamente,
sin saber por qué.
Ellos
emergen
en un
momento perfecto
como el
principio de mi vida,
en
tropeles avanzan,
se
entrecruzan, se deshilvanan,
caen al
vacío del papel en blanco
con su
destino: que lleguen a tus manos.
Inquietud,
mis
lágrimas errantes
entre
mis versos peregrinos
que
abren la puerta del amor
entre
la afanosa y perdurable angustia
que
como ala es canción
y me
estremece el alma
al
temer ser herida y lastimada.
Inquietud,
por tus desdenes,
la
guardo clavada en mi espíritu
como
cruel espina perfumada,
amante
de la rosa.
La
guardo cual amado tesoro,
en mis
desvelos
cuando
para mis líricos consuelos
irradian
desde lejos mis versos,
tu
alborada
para
llenar de palabras de amor,
tu memoria.
Inquietud
de amar
que con versos y cantos
será
notoria por hacerlas
nosotros la sublimación de nuestros anhelos.
No
importa que se alargue nuestra espera,
sin
prisas viviremos en la gloria.
Inquietud
fugaz y pasajera,
quiero
mirarte cara a cara,
viéndonos en lo que somos,
brotando
desde las dichas cumplidas ayer,
la
dicha futura llamándonos
y otra
vez la vida se siente
como un
sueño trémulo
entre
pimpollos florecidos de alelíes,
campanillas
azules, rosas, amapolas,
enredaderas de vida de un existir pleno.
Siente
vibrar el amor dentro de mí,
¿Dónde
se habrá guardado la estrella mía,
mi
cristal ambarino de centelleante color?
Inquietud
de que tú, amor,
no existas
en mi vida
y esta
ternura que ciñe mis hombros,
que
entolda el oro de mi corazón
me colme de pena.
¿Adónde
buscaré el agua
si sólo
conozco el eco de la fuente?
La
noche me niega su torso de aurora
y voy
extrañada, perdida, anonadada
al mundo en que tú estás
trocando
el aire azul
en
búsqueda por el cielo
donde
estás tú, mi amado.
No
queda mucho tiempo, todo cambia.
¿No
sientes inmensas huestes de besos,
de
resistencias, de porvenir en las manos,
de
arrebatos y de calmas?
Inquietud
de que perdamos el segundo fugaz
de
encontrarnos,
porque
allí, detrás de los besos,
de las
miradas, del gozo sin forma,
están y
seguros,
nuestros
mutuos sentimientos esperados,
esperando,
defendiendo
en penumbra
lo felizmente encontrado.