Estos son los poemas de Martha Urquizó, poeta uruguaya que ya publicara quince libros de poemas de amor en Montevideo, Uruguay, titulados: Logros de Vida, Mi Verso es un Canto, Los Colores de los Sentimientos, El Abrazo de la Luna, Poemas que Viajan, Sinfonías de Amor, Crónicas de Amores Vivídos, El Cantar del Alma, Memorias del Viento, Cartas al Amado Ausente, Amor, Pasión, Dolor, Historias de Vida, Verdades Incomprendidas, Palabras en silencio y El Aroma de la Noche.
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sábado, 5 de noviembre de 2016
El espejo de agua
El espejo de agua,
allí donde me inclino
y veo mi rostro arrebolado
por el amor que por ti siento.
Mi espejo, corriente por las noches
se hace arroyo
y se aleja de mi cuarto.
Mi espejo más profundo que el orbe,
es un estanque verde en la muralla.
El espejo de agua refleja sobre sus
olas,
bajo cielos sonámbulos
mis ensueños que se alejan como
barcos.
De pie en la popa siempre te veré
cantando,
una rosa secreta nace en mi pecho
y un ruiseñor aletea en mi piel.
El espejo de agua
nos da signos que había en el aire,
había presagios en el cielo,
tenía que brotar la gracia de repente
con sus pasos de gloria.
El espejo de agua
traía la belleza de quien sabe dónde.
Venia hacia mis ojos
con su andar esbelto, seguro de su
tiempo…
Es la ley misteriosa que de pronto se
encarna
y se hace realidad en un instante.
El azar se presenta con
todas sus fuerzas invisibles.
El azar con sus constelaciones
desatadas
que súbito se anudan
para cumplir con un destino
en las piedras lentas.
El aire vibra con los sonidos
de la vieja flauta.
Un dulce amor ha nacido en el mundo
a través del espejo de agua.
Está por llegar, él, él único,
no está muy lejos, ahí viene
sobre dos pies alados, envuelto
en su música y en su canto
de nardos y de bosques.
Está cruzando el cielo, atravesando
mares,
volando envuelto en ilusiones.
Y al llegar por el espejo de agua
nuestras
miradas se cruzan,
canta una árbol nuevo,
dos manos se entrelazan,
dos anhelos se encuentran,
dos angustias se hablan en secreto.
¿Por qué razón?
Sólo los signos y el azar lo saben.
Dos corazones reconocen su impulso
ciego
y el camino que se abre al infinito.
Los ojos se adivinan,
se entornan suaves,
saben que juntos van a mirar el mundo.
Los labios se presienten,
palpitan como flores
que empiezan la jornada
¿Son besos?
¿Son palabras?
¿Es un cambio de ideas a través de los
años?
¿Por qué llegas tan tarde a mi jardín?
¿Por qué no apresuraste la marcha en
las tinieblas?
¿Con qué derecho el tiempo separa la
flor
del árbol que era suya?
¿Por qué poner distancia en los años?
No sabes acaso que esta mujer te
aguardaba
cansada de cantar y llamarte.
¿Serás mi estrella entre la vida
y la muerte sorprendida?
¡Ven hacia mí entre mirtos y
mármoles profundos!
Mi verso es un gemido
Mi
verso de amor es un gemido, callado,
que
jamás se queja
y en
las madrugadas, entre tinieblas y fríos
llega
hasta el papel
donde
se vierte la ilusión
de una
estrofa perfumada.
Es para
ti, mi númen,
mi
amado por siempre,
te
escribo con todo el amor
de mi
alma taciturna
que
como música olvidada
tiene
azul resignación
y lo da
todo sin pedir nada.
Mi
verso es un gemido,
dulce,
umbrío,
levanta
mis quebrantos,
sin
arrebatos y sin ruidos.
Espera
que tú duermas
para
decírtelo con ternura
al son
de mis suspiros cadenciosos.
Es el
verso que se agita
y
rápido se despierta
como
eco de un estampido
de una
flecha musical
que
arrebolada se estrella
en tu
corazón amado.
Mi
verso es un gemido,
moja
sus alas en la transparente
esfera
de la gota de rocío
en la
que, absorto,
contempla
la imagen del cielo
unida a
la forma de la Tierra.
Cada
estrofa gime y canta
y
suelta su perfume
como la
flor recién nacida
en los
atardeceres,
bajo el
canto de tus besos
y en la
danza de tus brazos.
Mi
verso es un gemido,
blanco
y puro
que
alimenta mi espíritu y mi sed
se
nutre de tu presencia
aún a
pesar de la distancia
que a
veces nos aleja.
Mis
áureas palabras,
mis
letras impredecibles,
mis
estrofas que nacen del alma
van
hacia las nubes
para
flotar en ellas,
iluminadas
por luces de estrellas.
¡Versos!
¡Poesías!
Con
ímpetu alado al ideal ascended
y en
las estrofas verted
todo el
amor escondido
en mi
espíritu, mente y cuerpo, para tí, amado.
Yo
mantendré con aguas descendidas
por las
fieles veredas de mi pecho
el medido
esplendor de tu alabastro
para
que una hiedra de amor
caiga
sobre mi pecho.
Mi
verso es un gemido,
un no
tocar el río,
apenas
aire,
el
blando discurrir de tu mirada.
¡Qué
dicha sin sonrojo
la que
corre por mis venas,
entre
las lágrimas
que
buscan mi pecho!
Amor
callado,
en un
silencio silente
escribo
para ti,
con un
clamor de queja y lamento
por no
tenerte a mi lado.
Mi
verso es un gemido,
escribo
y sollozo a solas,
entre
suspiros y plañideras clamo
¡Ven a
mí! ¡Te espero!
Quiero
versos sin lamentos,
todos
para ti,
para
entrar más adentro en la espesura,
desgarrando
mis naves de amor
sobre
la playa y así,
te daré
el sellado de mi gracia
y tú,
la cifra de tu nombre.
Mi
verso es un gemido,
ahora
más calmo, sosegado,
no hay
más tristezas en nuestro aire
el que
nos sigue,
mientras
canto
y mi
mano fuerza el hombro de la noche
para
que vuelvan
tus
labios a los míos.
Embrujamiento de amor
Embrujamiento
de amor,
hechizo
encantado
que
encendiendo velas
donde
el viento sacude mi negra soledad,
me
lleva a evocar el pétalo de tu sombra
que
vive en la eternidad.
El
silencio me sigue,
pienso
en tu sonrisa
y tu
sonrisa está conmigo
y sigue clavada por siempre
en mis
ojos
detrás
de tu perfume que se negó a partir.
Embrujamiento
de amor,
la
lluvia desgrana el gris de tu mirada,
mi angustia se prende
de cada
gota pordiosera
que me
regala el recuerdo
de tus
ojos plomizos y aleteantes.
Me
fascina lo que tú eres para mí,
el fino
aliento de la aurora
y el
abrazo de sentimientos mansos.
Eres el
conjuro
de mis
días de tormentas,
la
claridad ladina que perfora nubes,
la placidez del agua
que en
mi piel revolotea.
Me
seduces, me encantas, me hechizas
y toda
esa cosquilla
que se
mueve por mi sangre,
te llama y te siente mío
para siempre.
Embrujamiento
de amor,
cabalgando
en vientos de perfumes y oro,
consumí
tus besos de mariposas y miel,
tus caricias me ataron
a la
sombra de tu fuego
y en
tus palabras
enredé mi alma para siempre
aunque
mi cuerpo
te siguió febrilmente
por caudales de tiempos perdidos.
Soy tu
niña,
la de
la piel de nácar,
aún en
este otoño mío
y
acaricio el silencio de tu ausencia,
porque
desde tu lejanía
siento
tus caricias venir a mí,
febriles
y con desatada prisa
que en
galopes de metal y plata
llegan a mi cuerpo
nostalgioso
y anheloso
de
tenerte entre mis brazos,
donde bulle mi amor pleno.
Embrujamiento
de amor,
con la fuerza vital de la Tierra,
me
interno en mí misma,
salvaje
y primitiva
para
lamer mis heridas
y
renacer bajo la lluvia,
soy
quien soy y sé que soy
un alma
tejiendo amor.
¿Quién
me ama más que tú?
Con un
hechizo de callado empuje
se te
sintió venir,
desde
soterrados abismos,
lindes
de tierra por los cuatro lados,
bajar y
subir desde tinieblas seculares
a luces
que como miraderos de amor
se ofrecen a nuestras almas de antes.
Embrujamiento
de amor,
toda
canción está impregnada de él,
esperando
que tú sepas como sentirlo.
Amanece
en el papel,
dejado
por el viento
y en
una blancura indecisa,
va
directo hacia tu trémula espera
y
acercándose va
como
goces que llaman,
despacio
y en silencio.