Estos son los poemas de Martha Urquizó, poeta uruguaya que ya publicara quince libros de poemas de amor en Montevideo, Uruguay, titulados: Logros de Vida, Mi Verso es un Canto, Los Colores de los Sentimientos, El Abrazo de la Luna, Poemas que Viajan, Sinfonías de Amor, Crónicas de Amores Vivídos, El Cantar del Alma, Memorias del Viento, Cartas al Amado Ausente, Amor, Pasión, Dolor, Historias de Vida, Verdades Incomprendidas, Palabras en silencio y El Aroma de la Noche.
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jueves, 10 de noviembre de 2016
Las calles del miedo
Las calles del miedo,
esas, las oscuras y escondidas
entre resquicios de mi alma
de experiencias dolorosas
vividas en el pasado de ayeres.
De ellas no sabía salir,
eran laberintos intrincados,
tenebrosos, desolados,
me sentía zarandeada, engañada,
en una red de mentiras y falsedades sin fin.
Te amaba más allá de esta vida,
eras mi faro, mi luz,
mi existir todo
y cuando tú derrumbaste,
con un golpe tajante y frío
ese castillo de cristal
que juntos habíamos construido,
mi mundo se derrumbó en pedazos,
desperdigados por los nortes,
sures, estes, oestes,
detrás del sol casi negro
y de la luna amarilla
con reflejos de espejos.
Me dejaste
en las soledades del temor y pesares
con el espíritu desdoblado
como telas de tisú rojizas y llameantes.
Las calles del miedo,
imperecederas, encubiertas,
atadas con lazos invisibles
para que se las lleve el viento huracanado
y las arremoline
en abismos profundos del olvido,
en cuevas jamás encontradas,
nunca más.
¿Qué he hecho yo
para merecer la desgracia
de no ser amada
por el ser que en algún instante
de ese pasado
me amó con desesperación?
La vida me plantea esquinas,
rincones, vueltas, giros inesperados
frente a los cuales
no supe ni pude estar preparada.
Las calles del miedo
que desde las penumbras me acosan,
me sumergen en vahídos
y mareos danzantes
con sones de trompetas de submundos
que me hacen emerger inmóvil y estática
como estatua cubierta
de flores marchitas y enredaderas secas.
Las calles del miedo
que atraviesan en breves instantes
este hoy que vivimos con ellas
como muros del tiempo,
recordados a veces,
olvidados otras,
pero siempre dentro de nuestro pasado
como experiencias vividas
que nos elevó a vibrar
en la sensibilidad del llanto,
de la queja, del lamento.
En este hoy
las recorro en puntillas,
sin pies en la tierra,
volando con alas rotas
que se mueven hacia este mundo
más feliz
en el que vuelca mi todo
en poemas, prosas, versos,
porque la vida me está despertando,
nuevamente,
al amor de vivir,
de volver a ser yo otra vez,
conmigo misma,
a quererme y a querer
al mundo que me rodea.
Ahora estoy absolutamente
enamorada de la vida,
piso fuerte
y con mis totales sentimientos
la tierra me acoge
en todo su esplendor y brillo.
Vivo, vibro, danzo, canto, escribo
con todo mi amor,
ya las calles del miedo
desaparecieron en la nada
de mis pensamientos,
no dejando huellas
de heridas ni dolores.
Ellas me condujeron
a ser lo que soy hoy,
una mujer poeta
colmada de amor.
Rescataste mi vida
Rescataste
mi vida,
tú, el
único, mi númen,
mi
inspiración divina
el que
no me dejó caer, ni doler,
porque me
envolviste en piedras verdes
de la
noche oscura
y me
devolviste
a la
vida serena y calma.
Como
vigía de mis poemas
hiciste
de mi alma un canto arrepentido,
sin temores, dudas ni falsedades
y me
llevaste a mirar mi entorno
con
inocencia
como si
nunca
hubiera
sido herida ni lastimada.
Rescataste
mi vida,
quiero
mirar tu rostro amado
para
que se aleje de mi
para siempre
el miedo del engaño
como un pájaro
al
borde filoso de la noche.
Ahora,
en éste mi otoño,
me hace
sentir como una niña
de tiza
rosada
en un
muro muy viejo
que
súbitamente lo borró la lluvia.
Rescataste
mi vida,
que
ahora mi corazón
se abre
como el retoño de una flor.
Todos
los gestos de mi cuerpo
y de mi voz,
hacen
de mi la ofrenda,
el ramo que florece,
el
viento en el umbral.
La
noche es de los dos,
se dispersó la niebla
y mi
memoria
es la sed de tenerte junto a mí,
en mi
fondo, en mi recuerdo.
Al
negro sol del silencio
tus palabras doran mi vida,
por eso
escribo, no estoy sola,
hay
alguien aquí que tiembla.
Rescataste
mi vida,
voy en
busca de quien soy,
peregrina
de mí,
voy a
la que duerme
en un
país al viento.
Rescataste
mi vida,
disipaste
la niebla verde de mis labios
y del
frío gris de mis ojos
y mi
voz, ahora,
a tu
lado, canta con amor tierno y dulce.
Arcano
sueño,
ahora, ya, no más aparecerá
el
antepasado de mi triste sonrisa
y hay
candados pero no llaves
y hay
pesares pero no lágrimas.
A ti te
debo todo lo que soy ahora,
tengo mañanas luminosas,
no más
noches sufrientes.
Rescataste
mi vida,
mis
manos enamoradas del viento
acarician
tu amado rostro aún ausente
y desde
mis espejos,
guardo,
en mi cofre de memoria
todo el olvido del ayer.
Te has
llevado mis angustias,
mis
miedos temblorosos,
mis
delirios hondos,
ahora
por ti baila la luz en mi sonrisa,
mis manos palpitantes
se
desnudan y te buscan
para
que me enseñes a vivir junto a ti.
Rescataste
mi vida
y mis
brazos insisten
en alcanzar al mundo
y la
danza salvaje de la alegría
inunda mi corazón.
Mis
esperanzas se renuevan,
mi existir es ahora un pájaro en alto vuelo
hacia un horizonte sin fin
y el
soplo de la luz
inunda mi mente
cuando
escribo las palabras de amor
que me
hacen sobrevolar
como
una dinastía de soles.
La espera
La
espera,
con
infinita calma y paciencia,
expectante,
te
busco como a una flor,
no
lejos de la noche,
mi
cuerpo mudo se abre
a la
delicada urgencia del rocío.
Hay en
la espera, un rumor a lila,
rompiéndose.
Y hay,
cuando viene el día,
una
partición de sol
con
pequeños soles negros.
Y
cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas,
busca asilo en mi garganta
para
que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.
La
espera,
en ella
he dado el salto de mí al alba,
he dejado mi cuerpo junto a la luz
y he
cantado la tristeza de lo que nace.
Soy la
silenciosa en el desierto,
la
viajera con el vaso vacío,
la sombra de mi sombra.
Sin
desesperación ni ahogos,
sólo
con penas profundas,
te espero tan sólo por un minuto
de vida
breve, único,
de ojos
abiertos
que te
ama en su mirar,
danzando
de alegría entre flores pequeñas
como
palabras sentidas y dulces.
La
espera,
desnuda
en el paraíso de mi memoria,
sin
conocer el destino de mis visiones,
tengo miedo de no saber nombrar
lo que no existe.
Salto
de estrella a estrella,
de
sombra en sombra,
muero
de muerte lejana,
la que
ama al viento.
La
espera,
mi memoria iluminada
es como
una galería
donde
vaga la sombra de lo que espero.
No es
verdad que vendrá.
No es
verdad que no vendrá.
La
espera,
no quiero ir tras tu búsqueda
como
sonámbula y transparente
en
nuestro nido de hilos que tú dejaste
y ahora
rígido sólo me danzo
y me
lloro
con tus
recuerdos
doblemente
sufrida
en la
memoria de aquí y de allá.
Y en la
noche un espejo de cenizas
como una visión lejana
refleja
tu amado rostro,
en mi
corazón de medianoche.
La
espera interminable,
pasa
lenta, con pausas dolorosas
y en un
canto arrepentido,
vigía
detrás de mis poemas,
me amordaza, me quiebra,
me
inunda de llantos largos.
La
noche que fue de los dos,
se
dispersó con la niebla
y
quiero mirar tu rostro una vez más
hasta que se aleje de mí
el miedo
como un
pájaro al borde filoso de la noche.
Pero el
silencio sin ti es cierto
y por
ello mis palabras vuelan en el aire
porque
estoy sola y escribo.
No, no
estoy sola,
hay
alguien junto a mí que tiembla.
Delicia
de perderse en la imagen presentida,
voy en
busca de quien soy,
peregrina
de mí,
voy hacia la que duerme
en un
país al viento.