Estos son los poemas de Martha Urquizó, poeta uruguaya que ya publicara quince libros de poemas de amor en Montevideo, Uruguay, titulados: Logros de Vida, Mi Verso es un Canto, Los Colores de los Sentimientos, El Abrazo de la Luna, Poemas que Viajan, Sinfonías de Amor, Crónicas de Amores Vivídos, El Cantar del Alma, Memorias del Viento, Cartas al Amado Ausente, Amor, Pasión, Dolor, Historias de Vida, Verdades Incomprendidas, Palabras en silencio y El Aroma de la Noche.
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sábado, 19 de noviembre de 2016
La Plaza del Amor
¿Por qué lugar de esta plaza
impreciso y
misterioso
se entra al interior de nuestra alma?
Es un lugar secretísimo,
leve,
amplio,
donde imperceptiblemente
se deslizan los sentimientos más íntimos,
los desconocidos
por el resto de las almas mortales,
quietas,
en sus
bancos de siempre pensando en el ayer.
Una vez,
hace tiempo,
sentí un
cosquilleo suave,
ineludible
y es que la plaza de mi alma
se había abierto hacia lo lejano,
buscando lo que más importa en la vida,
el amor que nos inunda de fe,
esperanza,
caridad.
Plaza de silencio
que nos
llega hasta el alma
sin saber de qué ruidos está hecha:
pelotas
girando,
trompos danzarines,
cometas entre árboles,
tintineando
bolitas multicolores
entre el
suave pasto.
Plaza por donde sin sombras
pasan las
letras antiguas,
lengua del paraíso,
sones
primeros,
vírgenes y en el aire del mundo
se estrenan
en los rincones
los nombres
de los gozos primeros,
que se olvidaban luego para llamarlo
todo de
otro mundo al hacerlo otra vez:
nuevo son para el
júbilo nuevo.
En ese paraíso de los tiempos del alma,
la plaza en paz deja amores
y nombres
en realidades sin huellas,
sin memoria ni en signos,
percibiéndose apenas,
nítidos y
momentáneos.
La plaza como extensión abierta
de la gracia y de la melancolía,
nos dejó
trasegar la ternura de los campos,
las
acequias del celo de la esperanza,
la tierra amedrentada y firme
como prado
de libertad,
honda muralla sin sonrojo
que corre por las venas
al seno de la comunidad.
Cerca,
muy cerca de la plaza el alma
en antiguo brocal de musgo y verde
arrebata el
deseo creciente
de las
aguas entrando despacio,
muy espacio al mirar de los ojos tiernos.
Otras sensaciones mueven en mi pecho
la plaza
dulce y virgen
que en ilusiones vuela a mis sueños
y nos
olvidamos de sus grietas,
sus baches,
sus surcos,
sus zanjas,
sus charcos
que en un mar alado
de
geográfico equilibrio
nos lleva al mundo real
y cósmico de esta vida.
Conservamos los labios
sobre el borde de sus senderos
y esperamos que nazca el verde
que refresque nuestros sentidos.
Y en el largo alumbrar del movimiento,
la plaza,
lentamente,
hace sin
sonidos las notas del silencio,
quemando
los caminos cerrados,
curvos,
para que el alma alce vuelo sin dudas,
ahogando en desazón el pensamiento,
deteniendo las horas
y la ramazón elástica del viento.
Tú,
plaza,
déjanos ir por el aire tibio y perfumado
que nos invita entre ramos verdes
que cercan
nuestro sosiego aquietando
nuestras
ansias entre laureles florecidos.
Eres tú,
plaza del alma quien corona
los vientos
serenados
y donde boga el sol
con sus cánticos unánimes,
el brillo
de nuestros bienes ya logrados,
atravesando
tus curvas,
tus rectas,
tus
círculos para que el aire llene
el vuelo de
los ángeles en la plaza del amor.
Presagios tormentosos
Presagios
tormentosos,
¿es que
acaso la tormenta,
furiosa
y creciente
en el
cielo oscuro y misterioso
abruma
nuestro amor
o a la
inversa lo acrecienta
entre
los truenos y los relámpagos?
Palpita
un viento ardiente
como el
que sopla de un gigantesco incendio
y una
tromba guerrera brama truenos
que
prestos estallan en aullidos
de
airadas tempestades.
Presagios
tormentosos,
el
cielo,
impenetrable
y duro nos hace unirnos
en un
abrazo total y apretado
como
queriendo alejar el escudo de granito
que se
nos acerca queriendo hundir
el
mundo con su enorme paso.
Parecen
descender del infinito
invisibles
espíritus blandiendo
espadas
de relámpagos
y
nosotros corremos manos entrelazadas,
pies
desnudos buscando
una
cueva secreta para encontrar el refugio
ante
esta majestad abrumadora
que nos
hace desfallecer
ante la
belleza y el miedo.
Nuestro
amor se agiganta
ante
tanta inmensidad
que
hace retemblar el firmamento.
Presagios
tormentosos,
el
perfume de la tierra mojada
nos
inunda al peso de sí misma,
después
irá veloz como un meteoro
al
fondo del abismo.
Con
galas de volcán,
el sol
radiante en niebla roja
de
fulgor metálico
traspuso
lentamente el horizonte
y nos
asombramos ante la llegada
de una
noche sin astros,
entre
las sombras,
la
tormenta avanza rodeada
de
grises nubarrones.
De
pronto,
el
viento silba más agudo
y la
tierra se puebla de visiones,
buscando
en vano nuestras miradas
un
salvador escudo.
Ya los
truenos errantes retumban
con
salvajes estampidos.
En
tropel se suceden los relámpagos
a cuyo
parpadeo la tierra,
loca de
pavor,
se
humilla.
Presagios
tormentosos,
la
tormenta está aquí,
entre
nosotros,
chocan
los truenos entre sí
y
estallan.
La
tempestad en sus furores crece,
es más
viva la lumbre del rayo,
mundos
hechos campanas
que
repican por todo el firmamento conmovido.
Cuando
se apaga la lumbre de un relámpago,
se
puebla la noche de una sombra,
tan
oscura que nos oculta a los dos
como
dos figuras misteriosas e inexistentes.
Se
desata la lluvia,
bajo el
soplo de un viento
huracanado
que sacude los árboles,
diluvia
y nosotros bajo el agua
como
fantasmas aturdidos,
corremos
y danzamos
entre
truenos y viento.
¡Por
fin,
desde
la altura de un cielo azul profundo,
las
estrellas de cándida hermosura,
llenas
de compasión y de ternura
dejan
caer sus luces sobre nuestro mundo!
Presagios
tormentosos
que nos
lleva a unirnos
más en
un revuelo de besos
bajo un
manto tembloroso a la tibieza
de
nuestro nido dejando lejos
la
fiera luz de las voces
de
huracanes lejanos.
No me digas no
No me digas no.
(necesito sentirte a mi lado,
desde allá muy lejos,
la música mágica de los violines
dibujan prodigios en el aire al sentirte llegar).
Quiéreme.
No me digas no.
(el tiempo es río que huye y perdida
me siento al no estar entre tus brazos,
desde que te fuiste mi alma está triste).
Quiéreme.
No me digas no.
(en claridades de luna y brizas de jardín
elevo tu nombre por aires en vuelos
y en oraciones dulces y melancólicas
que antes no sabía brotan cada día
de mi corazón enamorado palabras de amor).
Quiéreme.
No me digas no.
(en el fulgor de la alborada
mis sueños susurran
pensamientos invocándote siempre,
quiero tenerte en mis mañanas
como no te tuve en mis ayeres).
Quiéreme.
No me digas no.
(ven en mis noches de soledad,
no me abandones,
en silencio avanza pálido el dolor
por no tenerte y ante él
la esperanza deshoja una flor).
Quiéreme.
No me digas no.
(mis suspiros necesitan estar contigo,
abrazada a ti,
inmóvil,
sólo mi profunda respiración
moja el claro cristal de la quietud
que nos une en un imperceptible chal de espuma).
Quiéreme.
No me digas no.
(mi alama clama por ti,
ondea mi canto pleno de dulzuras
y sueños y mis prosas,
mis versos,
parece que llegan de la azul inmensidad)
Quiéreme.
No me digas no.
(te busco y no logro hallarte,
te siento en horizontes lejanos,
pero te aguardo ya que presiento
que el coro de las hadas del bosque te traerán a mí,
porque ellas encuentran lo que nunca se logra hallar).
Quiéreme.
No me digas no.
(percibo la sombra de la ilusión y la sed
de lo imposible como una braza llena de fiebres locas
mi corazón atormentado y deseoso
de gozo y placer).
Quiéreme.
No me digas no.
(riamos juntos en trémulos esplendores de amor,
ven a mí y las liras de cristal sonoro
tañarán las ondas de plata de las aguas
quietas y volarán entre ritmos
los aromas de dos almas que se aman).
Quiéreme.
No me digas no.
(tú eres y serás mi inspiración de mis poemas,
de mis versos,
de mis prosas,
porque sólo tú llenas de armonías
el viento y ardes como llama brillante en mi alma).
Quiéreme.
No me digas no.
Juntos viviremos amaneceres brillantes
entre alegres cantares de frescas notas
y en fantásticos pentagramas,
plenos de dicha y luz crearemos nuestro nido
entre un pasaje que canta y cantando
nos cuenta sus misterios
en un alado idioma sin palabras.