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La Plaza del Amor


¿Por qué lugar de esta plaza
 impreciso y misterioso
se entra al interior de nuestra alma?

Es un lugar secretísimo,
 leve, amplio,
donde imperceptiblemente
se deslizan los sentimientos más íntimos,
los desconocidos
por el resto de las almas mortales,
 quietas,
 en sus bancos de siempre pensando en el ayer.

Una vez,
hace tiempo,
 sentí un cosquilleo suave,
 ineludible y es que la plaza de mi alma
se había abierto hacia lo lejano,
buscando lo que más importa en la vida,
el amor que nos inunda de fe,
esperanza,
 caridad.

Plaza de silencio
 que nos llega hasta el alma
sin saber de qué ruidos está hecha:
 pelotas girando,
trompos danzarines,
cometas entre árboles,
 tintineando bolitas multicolores
 entre el suave pasto.

Plaza por donde sin sombras
 pasan las letras antiguas,
lengua del paraíso,
 sones primeros,
vírgenes y en el aire del mundo
 se estrenan en los rincones
 los nombres de los gozos primeros,
que se olvidaban luego para llamarlo
 todo de otro mundo al hacerlo otra vez:
nuevo son para el  júbilo nuevo.

En ese paraíso de los tiempos del alma,
la plaza en paz deja amores
 y nombres en realidades sin huellas,
sin memoria ni en signos,
percibiéndose apenas,
 nítidos y momentáneos.

La plaza como extensión abierta
de la gracia y de la melancolía,
 nos dejó trasegar la ternura de los campos,
 las acequias del celo de la esperanza,
la tierra amedrentada y firme
 como prado de libertad,
honda muralla sin sonrojo
que corre por las venas
al seno de la comunidad.

Cerca,
muy cerca de la plaza el alma
en antiguo brocal de musgo y verde
 arrebata el deseo creciente
 de las aguas entrando despacio,
muy espacio al mirar de los ojos tiernos.

Otras sensaciones mueven en mi pecho
 la plaza dulce y virgen
que en ilusiones vuela a mis sueños
 y nos olvidamos de sus grietas,
sus baches,
sus surcos,
sus zanjas,
 sus charcos que en un mar alado
 de geográfico equilibrio
nos lleva al mundo real
y cósmico de esta vida.

Conservamos los labios
sobre el borde de sus senderos
y esperamos que nazca el verde
que refresque nuestros sentidos.

Y en el largo alumbrar del movimiento,
 la plaza,
 lentamente,
 hace sin sonidos las notas del silencio,
 quemando los caminos cerrados,
curvos,
para que el alma alce vuelo sin dudas,
ahogando en desazón el pensamiento,
deteniendo las horas
y la ramazón elástica del viento.

Tú,
plaza,
déjanos ir por el aire tibio y perfumado
que nos invita entre ramos verdes
 que cercan nuestro sosiego aquietando
 nuestras ansias entre laureles florecidos.

Eres tú,
plaza del alma quien corona
 los vientos serenados
y donde boga el sol
con sus cánticos unánimes,
 el brillo de nuestros bienes ya logrados,
 atravesando tus curvas,
tus rectas,
 tus círculos para que el aire llene
 el vuelo de los ángeles en la plaza del amor.

Presagios tormentosos


Presagios tormentosos,
¿es que acaso la tormenta,
furiosa y creciente
en el cielo oscuro y misterioso
abruma nuestro amor
o a la inversa lo acrecienta
entre los truenos y los relámpagos?
Palpita un viento ardiente
como el que sopla de un gigantesco incendio
y una tromba guerrera brama truenos
que prestos estallan en aullidos
de airadas tempestades.

Presagios tormentosos,
el cielo,
impenetrable y duro nos hace unirnos
en un abrazo total y apretado
como queriendo alejar el escudo de granito
que se nos acerca queriendo hundir
el mundo con su enorme paso.

Parecen descender del infinito
invisibles espíritus blandiendo
espadas de relámpagos
y nosotros corremos manos entrelazadas,
pies desnudos buscando
una cueva secreta para encontrar el refugio
ante esta majestad abrumadora
que nos hace desfallecer
ante la belleza y el miedo.

Nuestro amor se agiganta
ante tanta inmensidad
que hace retemblar el firmamento.

Presagios tormentosos,
el perfume de la tierra mojada
nos inunda al peso de sí misma,
después irá veloz como un meteoro
al fondo del abismo.

Con galas de volcán,
el sol radiante en niebla roja
de fulgor metálico
traspuso lentamente el horizonte
y nos asombramos ante la llegada
de una noche sin astros,
entre las sombras,
la tormenta avanza rodeada
de grises nubarrones.

De pronto,
el viento silba más agudo
y la tierra se puebla de visiones,
buscando en vano nuestras miradas
un salvador escudo.
Ya los truenos errantes retumban
con salvajes estampidos.
En tropel se suceden los relámpagos
a cuyo parpadeo la tierra,
loca de pavor,
se humilla.

Presagios tormentosos,
la tormenta está aquí,
entre nosotros,
chocan los truenos entre sí
y estallan.

La tempestad en sus furores crece,
es más viva la lumbre del rayo,
mundos hechos campanas
que repican por todo el firmamento conmovido.

Cuando se apaga la lumbre de un relámpago,
se puebla la noche de una sombra,
tan oscura que nos oculta a los dos
como dos figuras misteriosas e inexistentes.

Se desata la lluvia,
bajo el soplo de un viento
huracanado que sacude los árboles,
diluvia y nosotros bajo el agua
como fantasmas aturdidos,
corremos y danzamos
entre truenos y viento.

¡Por fin,
desde la altura de un cielo azul profundo,
las estrellas de cándida hermosura,
llenas de compasión y de ternura
dejan caer sus luces sobre nuestro mundo!

Presagios tormentosos
que nos lleva a unirnos
más en un revuelo de besos
bajo un manto tembloroso a la tibieza
de nuestro nido dejando lejos
la fiera luz de las voces
de huracanes lejanos.

No me digas no


No me digas no.
(necesito sentirte a mi lado,
desde allá muy lejos,
la música mágica de los violines
dibujan prodigios en el aire al sentirte llegar).
Quiéreme.

No me digas no.
(el tiempo es río que huye y perdida
me siento al no estar entre tus brazos,
desde que te fuiste mi alma está triste).
Quiéreme.

No me digas no.
(en claridades de luna y brizas de jardín
elevo tu nombre por aires en vuelos
y en oraciones dulces y melancólicas
que antes no sabía brotan cada día
de mi corazón enamorado palabras de amor).
Quiéreme.

No me digas no.
(en el fulgor de la alborada
mis sueños susurran
pensamientos invocándote siempre,
quiero tenerte en mis mañanas
como no te tuve en mis ayeres).
Quiéreme.

No me digas no.
(ven en mis noches de soledad,
no me abandones,
en silencio avanza pálido el dolor
por no tenerte y ante él
la esperanza deshoja una flor).
Quiéreme.

No me digas no.
(mis suspiros necesitan estar contigo,
abrazada a ti,
inmóvil,
sólo mi profunda respiración
moja el claro cristal de la quietud
que nos une en un imperceptible chal de espuma).
Quiéreme.

No me digas no.
(mi alama clama por ti,
ondea mi canto pleno de dulzuras
y sueños y mis prosas,
mis versos,
parece que llegan de la azul inmensidad)
Quiéreme.

No me digas no.
(te busco y no logro hallarte,
te siento en horizontes lejanos,
pero te aguardo ya que presiento
que el coro de las hadas del bosque te traerán a mí,
porque ellas encuentran lo que nunca se logra hallar).
Quiéreme.

No me digas no.
(percibo la sombra de la ilusión y la sed
de lo imposible como una braza llena de fiebres locas
mi corazón atormentado y deseoso
de gozo y placer).
Quiéreme.

No me digas no.
(riamos juntos en trémulos esplendores de amor,
ven a mí y las liras de cristal sonoro
tañarán las ondas de plata de las aguas
quietas y volarán entre ritmos
los aromas de dos almas que se aman).
Quiéreme.

No me digas no.
(tú eres y serás mi inspiración de mis poemas,
de mis versos,
de mis prosas,
porque sólo tú llenas de armonías
el viento y ardes como llama brillante en mi alma).
Quiéreme.

No me digas no.
Juntos viviremos amaneceres brillantes
entre alegres cantares de frescas notas
y en fantásticos pentagramas,
plenos de dicha y luz crearemos nuestro nido
entre un pasaje que canta y cantando
nos cuenta sus misterios
en un alado idioma sin palabras.