Estos son los poemas de Martha Urquizó, poeta uruguaya que ya publicara quince libros de poemas de amor en Montevideo, Uruguay, titulados: Logros de Vida, Mi Verso es un Canto, Los Colores de los Sentimientos, El Abrazo de la Luna, Poemas que Viajan, Sinfonías de Amor, Crónicas de Amores Vivídos, El Cantar del Alma, Memorias del Viento, Cartas al Amado Ausente, Amor, Pasión, Dolor, Historias de Vida, Verdades Incomprendidas, Palabras en silencio y El Aroma de la Noche.
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martes, 17 de enero de 2017
La dicha de ser
Siempre se tiene que esperar la dicha
con los ojos terriblemente abiertos.
Escogida estoy ya para la hazaña
del gran gozo del mundo:
de soportar la dicha, entregar todo,
carne, vida, muerte, resurrección;
de acostumbrarme a su caricia indómita,
a su rostro dulce, a sus cabellos
desmelenados,
a la quemante lumbre, beso, abrazo,
entrega total de mi cuerpo.
Dicha es lo fácil del alma,
es lo que se tiembla al sentirla
venir.
Para que llegue la dicha
Hay que irse separando uno por uno,
de costumbre, capricho hasta
quedaros vacantes, sueltos.
Quedarse bien desnudos de nuestros
sueños,
tensas las fuerzas vírgenes dormidas
en el ser.
La dicha solo es el anuncio
de su ardiente inminencia galopante.
convoca y pone en pie,
porque la dicha quiere también la
dicha.
Desgarrada en dos,
llega con el miedo de su virginidad
inconquistable anhelante de verse
conquistada.
Me necesita para ser dichosa lo mismo
que a ella yo.
Lucha entre darse y no, partida alma
su lidiar, lo sufrimos nosotros al
tenerla.
Los elegidos para ser felices
somos tan solo carne
donde la dicha libra su combate.
Prefiere quedarse a irse,
se desgarra por sus heridas,
nuestra sangre brota, ella, es
inmortal.
Dicha que despierta mis poemas
escondidos en el más allá,
los que busco en mi causada fantasía.
Muchas veces misteriosa poesía, para
hallarte,
vuelo y vuelo bajo el cielo y el mar.
Te vi llegar
en cada ola que golpea las rocas.
Dicha cual caricia eres mí espuma,
formas parte de mi vida.
Mi dicha con audacia inquieta,
sin cesar, te has buscado la poesía
en el rojo esplendor del mediodía
y en la nocturna soledad secreta.
Te amo en silencio
Te amo en silencio.
Salgo a la noche y me sorprendo,
pocas veces me había ocurrido,
extasiada la contemplaba
sin dar crédito.
Unos segundos más y
la duda comenzó a desvanecerse.
Quede sorprendida,
su brillo fue dejando ver tu rostro,
lucias en tu tez fuerte y viril,
espléndida,
el hombre más deseado para Amar.
¡Qué belleza!
¡Ah!
LUNA, LUNA, LUNA.
Gracias por este momento,
gracias por este numen,
gracias por verte e imaginar que estoy a tu
lado
y por tenerte abrazado en mi lecho,
estrechándonos con pasión.
Aun no has alcanzado
la gloria de tenerme,
perdiendo el sosiego cuando te alejas de mi.
Te amo en silencio.
Esta hoguera que hemos encendido,
que hemos gozado con pasión y fuego
por estar unidos en una sola carne.
Te amo en silencio.
Quiero tenerte a mi lado,
en nuestro nido de amor,
eres mi amado amante,
el único,
el verdadero,
el diáfano.
El amor sí se nutre jamás muere,
es inocente y puro.
Afanosamente te busco,
sin discreción,
eternamente,
no desesperes que algún día te hallaré.
Te amo en silencio,
sin ecos,
sin sombras,
sin misterios.
Soy tuya y quiero demostrártelo
con caricias, besos, mimos,
adaptando nuestros cuerpos como uno solo.
Te quiero tal cual eres,
trasuntas transparencia,
diafanidad,
sigilo.
Tu discreción aflora
cuando te vas acercando a mí,
la distancia se acorta y sin disimulo
nos miramos a los ojos profundamente
con deseos de estar muy juntos,
sin secretos,
en paz,
la paz del amor.
Te amo en silencio
y te pregunto ¿que sientes cuando me intuyes?
¿de quién eres?
Y abres los lazos y me enseñas
la alta imagen de ti y me dices que mía.
Te veo como un cóndor, aguerrido,
con tus garras afiladas
buscando llevarme entre tus alas
como una presa entregada
a los altos abismos del mundo, donde
la soledad nos hará sentir
que por fin estamos juntos.
Mientras te espero…
Mientras te espero…
mi cuerpo tiende a caer,
mi mente no quiere reaccionar,
mis palabras mudas estarán.
Te esperé…
ansiosa de tu regreso,
pero siento la trágica fatalidad
de no ser más
que una marca en un cuerpo
que huyó de mi lado.
Mis labios se han secado,
sedientos de tus besos,
sin ellos
es austero el firmamento.
Mientras te espero…
has dejado tu marca
en el fuego de mi pecho.
Florilegio de mi pulso enamorado,
que dirige cada hueso de mis dedos
que rasgan las cuerdas del violín
mientras te espero.
Sabes ya que no eres,
hoy, aquí, más que el recuerdo de tu planta,
que un día arrastró
la arena que llamamos tiempo.
Tú, ahora, en mí
eres hoy, sólo huella de tu huella,
de aquella
que
marcaste entre mis brazos.
¡Sensación de retorno!
Pero, ¿De dónde?
¿Dónde?
Allí estuvimos, sí, juntos
para encontrarnos y amarnos,
pero las presencias de siempre no bastaban.
Los besos se quedaban a medio vivir
de nuestros labios,
no sabían volar en una plenitud total.
Mientras te espero…
escribiré versos,
versos que desgarren el alma.
En su primer intento,
versos que simulen estrofas,
pero tú,
eres la poesía que pierdo.
Mientras te espero…
recuerdo mi mirada mirándote,
sentía paraísos,
virginales jardines de ti,
donde ahora, sin luz, ya no se puede entrar.
Por eso, nos marchamos,
se deshizo el abrazo,
se apartaron los ojos,
dejaron de mirarse,
para buscar el mundo donde nos encontráramos.
Y, de pronto, nos encontramos,
Sí, allí.
¿Cómo fue el encuentro?
¿Fue como beso o llanto?
¿Nos hallamos con las manos,
buscándonos a tientas,
con los gritos clamando,
con los besos que el vacío besaban?
¿Con choque de materia y materia,
combate de alma contra alma,
que a fuerza de contacto se convirtió
en victoria gozosa de los dos,
en un prodigioso pacto de amor
de tu ser con mi ser, enteros?
Mientras te espero…
sucedió el milagro,
tan sencillo,
como una luz que se encuentra con otra luz,
y queda así iluminando el mundo.
Y aquí, dentro de nuestras almas,
pervive el prodigioso saber que nos hallamos
y que mi dónde está
no sufre memoria.