Estos son los poemas de Martha Urquizó, poeta uruguaya que ya publicara quince libros de poemas de amor en Montevideo, Uruguay, titulados: Logros de Vida, Mi Verso es un Canto, Los Colores de los Sentimientos, El Abrazo de la Luna, Poemas que Viajan, Sinfonías de Amor, Crónicas de Amores Vivídos, El Cantar del Alma, Memorias del Viento, Cartas al Amado Ausente, Amor, Pasión, Dolor, Historias de Vida, Verdades Incomprendidas, Palabras en silencio y El Aroma de la Noche.
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viernes, 26 de mayo de 2017
Temor fugaz
Temor fugaz, breve, vacilante,
me enfrenté a él
reconcentrada y penetrante,
sola, muda, predestinada, esclarecida,
en mi aislamiento profundo, en mi hondo centro.
Mi sueño errante y mi soledad hundida
se dilataban por lo no existente,
hasta que vacilé
cuando la duda oscureció mi alma por dentro.
Temor fugaz,
que entre dos tinieblas me perdió
y me cobijó entre turbas alas,
sin riesgos ni desafíos
en una lejanía sin memoria
de encantamiento,
sin una presencia de deseo
alejándome por un instante de
ti.
Temor fugaz,
como un aterciopelado telón
se entreabre y deja pasar
una sombra oscura, de duda, de inquietud.
¿Por qué aparece de esta manera
misteriosa y solapada?
No quiero sentirlo,
trato de no sentirlo,
tengo la leve sospecha
de que me avisa
que en mi vida el amor se alejó despacio,
dejando tan sólo un rastro de recuerdos,
un indicio de imposibles
que me fustigan la piel
con una impaciencia dominante,
con un hervor que calcina
mi corazón desenfrenado
a encender nuevas fogatas
de amores renacidos
como las estrellas cuando brillan
con intensidad en el azul cielo.
Temor fugaz, me hace perder
en el medio de palabras diferentes.
No deseo dentro de mí, la ilusión
de la incertidumbre, la inconsistencia.
Deseo una nueva estación en mi vida,
el viento del amor
golpea a mi puerta
pero la pasividad me impide abrir.
La prevención
de un torbellino de emociones
como una tormenta
puede lavar las heridas más profundas.
Temor fugaz,
pasó y no dejó huellas,
ahora revivo, canto,
creo en el amor que me espera
renaciendo en mi vida
la alegría de vivir
con emoción, desorden, ligereza.
Necesito todos esos sentimientos
que vienen con sabor,
con una cierta mezcla
de un pedazo de soledad
sediento de amor.
Temor fugaz,
se que nunca será demasiado tarde,
el dolor y el miedo,
nunca serán mortales,
hasta la herida más profunda
se cura en el mismo lugar
donde una nueva piel se formó.
El amor puede tocar en cualquier momento.
¡Estoy aquí!
¡Siempre voy a estar aquí,
esperándote, amor,
sin dudas ni sombras titubeantes!
Surgió la luz y me elevó
al cenital esplendor
donde todo está claro,
no hay dudas ni temores.
Ya no estoy dentro de la niebla,
el tiempo eleva las anclas,
el silencio pleno de amor
echa al vuelo enmudecidas campanas
y cumplen su juramento
los horizontes del alba,
la vida toda de día, pura,
flota en el agua,
en el aire, en la nada.
Prefiero la noche
Prefiero
la noche,
son las
horas en las que amustian
las
nubes vespertinas,
sobre
la azul altura
del
vasto firmamento.
Asómanse
los astros,
cuyas
luces divinas como miradas
pesan
sobre mi pensamiento.
Y es mi
hora,
en las
que entre la voz lejana
de la
campana
que con
lentitud las notas
del
Ángelus desgrana,
a mis
hojas en blanco
los versos de amor anidados
en mi corazón
se vuelcan sin cesar, con prisa
para
que no sean olvidados.
Prefiero
la noche,
porque
mi fantasía con audacia inquieta
sin
cesar te busca.
¡Oh,
poesía!,
en la nocturna soledad secreta.
Muchas
veces,
misteriosa
poesía,
frases de amor dolido,
manchan
mis páginas albas
en el
tedio de las noches acíbaras
y
vuelan por todas mis visiones de armonía
que se ocultan cuando el cielo aclara.
Prefiero
la noche,
en ella
te busca mi cansada fantasía
y mis
sueños se tienden como aves raras
cuyas
alas exploran
hasta
horizontes lejanos y oscuros
tanteando
tu imagen,
la
única imborrable,
para mí por siempre.
Como
solitaria misteriosa,
vago
volando bajo el cielo
y sobre
el mar
en la
noche profunda y estrellada,
tratando
de percibir tu figura
que
añoro
y tu
dulcísimo firmamento
y en
instantes como un sueño
que se
esfuma,
creo entreverla en un revuelo de la espuma
o en
los astros del Universo.
Prefiero
la noche,
porque
la Luna me acompaña
con su
fulgor, blanco y brillante.
Mi
corazón puede correr
a
regiones ignotas
apareciendo
en el pentagrama
vacío
de mi alma
las notas que buscaba
y no
encontraba y que inútilmente
yo
clamaba para inundarla de amor
como en
un agitado río
entre
tupido follaje.
Prefiero
la noche,
con la
Luna como nota errante
que
parece que extravió su cantar
pero aún así con su luz agonizante sigo,
en mi
perenne búsqueda
de
aquel a quien no puedo hallar,
mi
ideal no encontrado.
Prefiero
la noche,
porque mis versos me aroman el alma
y los
busco en los sones de liras
que van
brotando
entre
pasos de visiones
que
conmigo los van buscando.
En
algunos momentos
no
responden,
no
aparecen en ningún lugar
de mi
mundo interno
y
entonces me inquieto.
¿En qué
lejanías mi númen se esconde?
¿Bajo
qué estrella se guarece?
Vuelve
a mí, en esta noche mía,
nuestra,
ven con
el viento,
las
brisas,
los
astros del firmamento.
Prefiero
la noche,
quedarme un instante suspendida en lo Eterno
e ir
como el viento,
nómade
del existir
transitando por la expansión del Universo.
Cálidos crepúsculos
Cálidos
crepúsculos,
junto a
tu lado, frente al mar,
el
horizonte cuajado de mil colores polifacéticos
nos
envuelve en su magia de espejismo,
de
visiones
que nos
transportan a nuestro mundo de dos,
hundiéndonos
lentamente
en la inmensidad
del cielo.
Cálidos
crepúsculos,
admirable
naturaleza,
siempre
la misma y diferente,
maravillosa de belleza,
renovada
constantemente
que nos
sumerge en oleadas de pasión
frente al sol
anunciando
su poniente
bajo la
celeste amplitud.
Estos
momentos imborrables
son
fuente de inspiración de poemas de amor
y
manantial de ritmos y cantos
para
que los versos como tesoros escondidos
surjan
en estas tardes de escarlata.
Cálidos
crepúsculos,
denme a
beber la poesía
en el
raudal de meditaciones sin fin
como salmos que desbordan cielos y tierras.
El
himno al amor todo lo ennoblece,
todo se agranda a sus clamores,
el
firmamento resplandece,
la
tierra se cuaja de flores.
Cálidos
crepúsculos,
hay en
su grandeza,
ternura
que fulgura,
armonía
que se potencia
en
segundos apenas
y los
versos vuelan con las aves,
con los
rumores de los ríos.
Es la
hora del amor,
retornan
a los nidos, las leves golondrinas,
sus
alas son dos mimos flotantes en el viento,
los
bosques se adormecen
y velan
las colinas,
es el
momento del recogimiento
y del
silencio profundo
surcado
por suspiros apasionados.
Poco a
poco,
puéblense de sombras el ambiente
y
levántanse del fondo de nuestras almas
los
sagrados sones de nuestro amor
descendiendo
por diáfanas escalas
a nuestros cuerpos temblorosos de pasión.
Cálidos
crepúsculos,
como
música con ritmos sin fin,
son
instantes que la ilusión guía,
la
tarde apaga sus colores
y los
astros encienden sus lumbreras,
nuestros
corazones palpitan
y
vibran al unísono
en un
total arrobamiento de confidencias
y
secretos íntimos.
Parece
que flotamos
en una
suave cadencia
entre
el cielo y el mar,
nuestros
pies no son pies,
son
alas de aves,
bajo el
fanal errante de la luna
que
despacio asciende
con su áurea
luz, espectral y hermosa,
dilatando
el paisaje que nos protege,
nos
cobija como un temblor de encaje.
Luna
que comienza
a alumbrar nuestro camino,
vago y
blanquecino
hacia
nuestro nido cálido
y
embriagador de dichas supremas.
Cálidos
crepúsculos,
luces que el cielo envía
como
poesía ardiente
en el
atardecer nostálgico,
conduciéndonos
entre bellezas de luces
al
encuentro de nuestros cuerpos
que se
buscan con ardor
y
entrelazan entre hilos de ternura,
contemplando
absortos
la imagen del cielo
unida a
la forma de la Tierra.