Estos son los poemas de Martha Urquizó, poeta uruguaya que ya publicara quince libros de poemas de amor en Montevideo, Uruguay, titulados: Logros de Vida, Mi Verso es un Canto, Los Colores de los Sentimientos, El Abrazo de la Luna, Poemas que Viajan, Sinfonías de Amor, Crónicas de Amores Vivídos, El Cantar del Alma, Memorias del Viento, Cartas al Amado Ausente, Amor, Pasión, Dolor, Historias de Vida, Verdades Incomprendidas, Palabras en silencio y El Aroma de la Noche.
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lunes, 20 de mayo de 2019
Déjame…
Déjame
vivir como yo quiero,
libre, en volandas al viento,
danzando
entre arabescos de colores
y
sentimientos íntimos.
Quiero
una vida plena
de
armonías de flotantes alas.
¡Ven
conmigo a comulgar
el Amor
único y verdadero!
Déjame
amarte en silencio,
entre
suspiros entrecortados,
entre
gemires de placer y gozo,
entre
ecos halagadores
de la
eterna música de la Tierra Prometida,
ritmo sin fin de la sagrada unión
de dos
seres que se aman.
Déjame
soñar
con
nuevos amaneceres juntos,
frente
al mar y al horizonte
límpido y diáfano
entre
besos áridos por la sal
que
florecen desde los rincones del alma.
Los
pesares del ayer
y los
fantasmas de la duda
se han
escondido, lejos,
en el
infinito ocaso
porque
nubes de calma
dan
fuerza a nuestro amor.
Déjame
gozar plenamente
y
serenamente
de una
vida plácida a tu lado,
no
cercenada por pesares ni heridas,
sólo,
tan sólo,
plena
en un oasis de júbilos y alegrías
como
cascadas de aguas
estruendosas
y brillantes.
Déjame
seguir mi manso camino
perfumado
con el gris de tus ojos
que son
aromo en flor.
Me
siento como un azahar
del
naranjal en flor,
purificada
y virgen.
Tus
labios son para mí una flor,
su
perfume es mi dicha,
su
presencia mi tenaz redención.
Déjame
ser una flecha alada
que
dispara el arco piadoso de la vida,
ser
Cupido para ti
con una
espada
en cuyo
filo duerme el amor.
Déjame
llorar con lágrimas de sal,
brumosas,
calmas
que
enciendan tu noche procaz
con
música blanca en plenilunio.
Ser
como una madreselva,
beso de
plata con esmeraldas para ti.
Déjame
encender velas de colores
donde el viento sacuda
la negra soledad ya ida
e iluminar tu rostro, tu cuerpo
que
acariciaré
como el
pétalo de la sombra
y
sentir caer la lluvia
donde
los dos vivimos
la
eternidad del gozo y del placer.
Déjame
prevenir el mañana
donde
no existan culpas
ni se
acepten dudas,
donde
no se enferme el silencio
y el
deseo se encienda
sin saber, en tan solo un instante.
Déjame
descansar junto a ti,
amurallados
en un resplandor
estático de paz y quietud, sin pasos
y sin
alas, solos tú y yo,
sobre
el espacio blanco de los días
huyendo
de ruidos y sombras.
Déjame
estar frente a ti,
besar
tu boca con mis manos
sobre
tu pecho,
envuelta
en la gracia divina
de
sentir tu calor,
negándome
a las telas,
en
nuestra desnudez total.
La
dicha está segura ahí,
a tu
lado, eres el elegido,
como el
agua más clara,
más
perfecta,
en la
mínima esfera de la gota
que no
en infinitudes de océano.
Déjame
ser yo,
tu
amante,
totalmente
tuya.
Inquietud
Inquietud
porque el temor,
la duda me acechan,
de que los
poemas de mi mundo mágico
desaparezcan insólitamente,
sin saber por qué.
Ellos
emergen
en un
momento perfecto
como el
principio de mi vida,
en
tropeles avanzan,
se
entrecruzan, se deshilvanan,
caen al
vacío del papel en blanco
con su
destino: que lleguen a tus manos.
Inquietud,
mis
lágrimas errantes
entre
mis versos peregrinos
que
abren la puerta del amor
entre
la afanosa y perdurable angustia
que
como ala es canción
y me
estremece el alma
al
temer ser herida y lastimada.
Inquietud,
por tus desdenes,
la
guardo clavada en mi espíritu
como
cruel espina perfumada,
amante
de la rosa.
La
guardo cual amado tesoro,
en mis
desvelos
cuando
para mis líricos consuelos
irradian
desde lejos mis versos,
tu
alborada
para
llenar de palabras de amor,
tu memoria.
Inquietud
de amar
que con versos y cantos
será
notoria por hacerlas
nosotros la sublimación de nuestros anhelos.
No
importa que se alargue nuestra espera,
sin
prisas viviremos en la gloria.
Inquietud
fugaz y pasajera,
quiero
mirarte cara a cara,
viéndonos en lo que somos,
brotando
desde las dichas cumplidas ayer,
la
dicha futura llamándonos
y otra
vez la vida se siente
como un
sueño trémulo
entre
pimpollos florecidos de alelíes,
campanillas
azules, rosas, amapolas,
enredaderas de vida de un existir pleno.
Siente
vibrar el amor dentro de mí,
¿Dónde
se habrá guardado la estrella mía,
mi
cristal ambarino de centelleante color?
Inquietud
de que tú, amor,
no existas
en mi vida
y esta
ternura que ciñe mis hombros,
que
entolda el oro de mi corazón
me colme de pena.
¿Adónde
buscaré el agua
si sólo
conozco el eco de la fuente?
La
noche me niega su torso de aurora
y voy
extrañada, perdida, anonadada
al mundo en que tú estás
trocando
el aire azul
en
búsqueda por el cielo
donde
estás tú, mi amado.
No
queda mucho tiempo, todo cambia.
¿No
sientes inmensas huestes de besos,
de
resistencias, de porvenir en las manos,
de
arrebatos y de calmas?
Inquietud
de que perdamos el segundo fugaz
de
encontrarnos,
porque
allí, detrás de los besos,
de las
miradas, del gozo sin forma,
están y
seguros,
nuestros
mutuos sentimientos esperados,
esperando,
defendiendo
en penumbra
lo felizmente encontrado.
Desarraigada
Desarraigada,
su
significado profundo y hondo
hiere y lastima el alma,
trastorna mi mundo interior,
confunde
mis amores
en
desamores.
¿Por
qué me siento apartada,
alejada
del
mundo que me rodea?
Soy una
emigrante itinerante,
mi lar
está fuera del real,
mi imaginación me transporta
a un
mundo
donde
vivo dando amor,
traspasando barreras,
cadenas,
prejuicios,
críticas,
¿cómo
no sentirme perturbada
al
vivir desconectada,
descuajada
de la
rama alta del ciprés
verde y frondoso,
cima en
la que creí vivir,
levantando vuelos cortos
y veloces
para
regresar
al
lugar que creí era amada?
La vida
tiende sus redes
y en un
instante
me
siento dañada
pero,
¡ya no más!
No
pueden arrancarme de la luz
que me
conduce a un orbe nuevo
y
maravilloso,
desprendiéndome
de lo que el amor
me hace escribir,
inundar
páginas en blanco
que me buscan desesperadamente
con
ansias de volcar en ellas
mis
inquietudes,
mis sentimientos,
mis
deseos de escaparme
a otro
lugar distante
y vacío
donde encuentre la paz ansiada
en mis
ideas locas
de
estar enamorada de la vida.
Desarraigada,
desterrada de este mundo real
para poder irme
al
mundo mágico,
puro y
límpido
donde
nacen mis prosas poéticas vírgenes,
sin causas ni porqués.
Desarraigada,
me voy,
no
tengo tiempo de volver a empezar,
de
regresar a ese pasado
cercano
y lejano a la vez,
debo volver al hoy,
plenamente,
entre
cielos azules
y nubes de algodón,
entre
desprecios de lejanías,
mares
transparentes,
turbulentos y calmos,
entre
rojizas puestas de sol
en el
horizonte lejano,
donde las
nubes danzan
a su alrededor,
en
silencios y vientos calmos.
Desarraigada,
¿por qué ocurrió?
No lo
sé,
son
diferencias de vida,
de
sentir el amor y de ser amados,
como
ídolos de mármol,
duros,
impenetrables,
rígidos
y no
con el corazón abierto
para
dar lo mejor de mí,
de
sentir cálidos sentimientos
y
brisas frescas
y
limpias en mi mente.
Ya me
desprendí
de todo
el manto de llanto,
ahora
sólo correré tras la música,
las risas,
las bellezas del verde bosque,
el azul del mar
y los
corazones tibios y verdaderos
que se
me acercan
y me acarician
con sus
miradas dulces
y
palabras tiernas
buscando en mí
el amor que aflora
sin
saber por qué.
La
pesadumbre se fue lejos,
no
quiero pensar en los recuerdos
que me
hicieron mal,
busco la luz,
quiero sentirme envuelta
en ese
capullo que me protege
entre
palabras de amor
en mi ser entero
y que
la alegría me invada entera,
no sintiéndome desolada
y
triste,
si no plena de amor
para
dar a raudales
por el
mundo que me rodea
y lo
quiere recibir.