Estos son los poemas de Martha Urquizó, poeta uruguaya que ya publicara quince libros de poemas de amor en Montevideo, Uruguay, titulados: Logros de Vida, Mi Verso es un Canto, Los Colores de los Sentimientos, El Abrazo de la Luna, Poemas que Viajan, Sinfonías de Amor, Crónicas de Amores Vivídos, El Cantar del Alma, Memorias del Viento, Cartas al Amado Ausente, Amor, Pasión, Dolor, Historias de Vida, Verdades Incomprendidas, Palabras en silencio y El Aroma de la Noche.
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viernes, 10 de abril de 2020
Candidez amorosa
Candidez
amorosa,
mis
pasos de alondra,
pisaron
el otoño húmedo
y te
sentí volar entre la fronda
indiferente de viejos pergaminos,
te
fuiste lejos,
a
lugares inciertos.
Quise
seguir tu vuelo solitario,
quise
amarrar mis ojos
a tus
amadas alas,
quise
rehacer mis dedos
con tus
plumas,
quise
volar cerca de ti,
entretejiéndome
entre
tus cálidas caricias.
Candidez
amorosa,
inocente,
crédula,
creía
fácil seguirte y tenerte cerca,
más tú
volabas, volabas…
Autómata,
juguete de papel y cielo
y te
tragaba el viento
y te
mordía la distancia luminosa.
Y yo,
soñaba… soñaba…
que
hoy… tal vez mañana…
quizás
un día
yo
sería la rama de tu nido.
Candidez
amorosa,
entre
trinos y cantos, versos y metáforas,
tejiendo nuestro hogar
para
ser tuya en nuestra rama
y donde
allí posarás tu piel
con el
ahogo de tu aliento.
Pero el
tiempo pasó,
lento, muy lento,
no hubo
nido, tú volaste…
Fuiste
un cuento, mi sueño,
mi
leyenda de otoño en serenata.
Candidez
amorosa,
cuando
mis ojos gritan tu nombre
en la
soledad de la distancia imperdible,
el
recordar el abrazo de tu piel,
de nave
humedecida,
me
sacude y me hiere,
me
desdobla y me eleva,
buscándote
en esa distancia lejana
donde
tú te resguardaste,
te escondiste.
Mi vida
es ahora
un
cielo trivial de sueños locos
que
llenas con tu aliento
de
viajero errante y taciturno.
Aprieta
mis deseos,
caliéntame
las carnes
con tu
pasión de viento.
El sol
será mañana
un
plato de lujurias
y tú
serás mi boca
y mis
manos desgajadas.
Candidez
amorosa,
¿adónde
me conduces?
¿Por sendas de ingenuidad,
candor,
inocencia?
Creo en
todo lo que me rodea
y a
veces agobiada, debilitada,
por creer en imposibles,
me
tiendo
en el
manto oscuro y plácido
del
campo abierto a la noche
y entre
las estrellas rutilantes
me voy en tu búsqueda
con tus
sueños y pensando imposibles,
que
nuestro amor como pájaro sin alas,
se
acurruca desarmado
en
nuestros cuerpos,
en
nuestras bocas,
en
nuestros corazones.
Candidez
amorosa,
canta
el río mojado de tipas
y
empedrada en la sed del silencio
se
consumen nuestras formas
fundidas en el tiempo inagotable.
Placeres
y gozos,
caricias que desgarra,
besos
que dibujan
nuestros
rostros temblorosos.
Es
nuestro amor
que
muere cada noche
para
nacer…
y volver
a morir a cada instante.
Amor
mío,
desboca
los temores indefensos,
mi
aliento con tu boca,
haz mi
piel con tus ojos de humo
y del mundo sin final
la comunión de una eterna entrega.
La espera
La
espera,
con
infinita calma y paciencia,
expectante,
te
busco como a una flor,
no
lejos de la noche,
mi
cuerpo mudo se abre
a la
delicada urgencia del rocío.
Hay en
la espera, un rumor a lila,
rompiéndose.
Y hay,
cuando viene el día,
una
partición de sol
con
pequeños soles negros.
Y
cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas,
busca asilo en mi garganta
para
que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.
La
espera,
en ella
he dado el salto de mí al alba,
he dejado mi cuerpo junto a la luz
y he
cantado la tristeza de lo que nace.
Soy la
silenciosa en el desierto,
la
viajera con el vaso vacío,
la sombra de mi sombra.
Sin
desesperación ni ahogos,
sólo
con penas profundas,
te espero tan sólo por un minuto
de vida
breve, único,
de ojos
abiertos
que te
ama en su mirar,
danzando
de alegría entre flores pequeñas
como
palabras sentidas y dulces.
La
espera,
desnuda
en el paraíso de mi memoria,
sin
conocer el destino de mis visiones,
tengo miedo de no saber nombrar
lo que no existe.
Salto
de estrella a estrella,
de
sombra en sombra,
muero
de muerte lejana,
la que
ama al viento.
La
espera,
mi memoria iluminada
es como
una galería
donde
vaga la sombra de lo que espero.
No es
verdad que vendrá.
No es
verdad que no vendrá.
La
espera,
no quiero ir tras tu búsqueda
como
sonámbula y transparente
en
nuestro nido de hilos que tú dejaste
y ahora
rígido sólo me danzo
y me
lloro
con tus
recuerdos
doblemente
sufrida
en la
memoria de aquí y de allá.
Y en la
noche un espejo de cenizas
como una visión lejana
refleja
tu amado rostro,
en mi
corazón de medianoche.
La
espera interminable,
pasa
lenta, con pausas dolorosas
y en un
canto arrepentido,
vigía
detrás de mis poemas,
me amordaza, me quiebra,
me
inunda de llantos largos.
La
noche que fue de los dos,
se
dispersó con la niebla
y
quiero mirar tu rostro una vez más
hasta que se aleje de mí
el miedo
como un
pájaro al borde filoso de la noche.
Pero el
silencio sin ti es cierto
y por
ello mis palabras vuelan en el aire
porque
estoy sola y escribo.
No, no
estoy sola,
hay
alguien junto a mí que tiembla.
Delicia
de perderse en la imagen presentida,
voy en
busca de quien soy,
peregrina
de mí,
voy hacia la que duerme
en un
país al viento.
El secreto de los siglos
El
secreto de los siglos,
raíces
en el tiempo,
eres el árbol
que enredas mi espesura
entre
ecos de los hombres,
del
reino del detalle.
¿Cuál
es el secreto
de los
siglos
entre
muros de agua,
anchos
fosos de aire,
setos
de piedra
o
tiempo guardián de voces,
y de pasados no encontrados?
Breve
instante de la vida,
una
hora siquiera,
somos
seres
que
como hojas desprendidas
donde
una ilusión
su nido
encuentra agonizando.
Esta
hoja fugaz,
pálida
vena del destino,
deseos
de ser un soplo vivo
en el
secreto de los siglos.
Fulgor
contra destello,
el
hombre abate,
espejo
frente a espejo,
reina
el mundo
y en el
sentir de la hoja
y de su
árbol,
árbol y
hoja se confunden
en el
secreto escondido de los siglos
pasados
y por venir.
El
secreto de los siglos
suspendido
en el aire volátil
del
orbe eleva e amor
como
puente de cristal
a
lugares misteriosos,
donde
en momentos preciosos
la felicidad renace.
Las
voces del mundo
han
levantado sus soles
en el
interminable
laberinto de la tierra
y nadie
ha podido aún
encontrar la esencialidad de su luz
porque
habita
en el
invisible corazón
de la eternidad.
El
secreto de los siglos,
de
fuegos en las manos del arco iris,
deshojado,
desdibujado,
donde
habitan las sombras
corriendo
libres por la luz.
En esta
vibración de latidos
que se
agitan,
se
entremezclan,
el amor
sueña libre
en su
soledad de siglos
y las
cruces desnudas
diluyen
su lenguaje de espumas,
recibiendo
la sencilla
y
límpida vibración
de corazones
puros.
El amor
en el secreto de los siglos
cae en
cataratas silentes
día a
día,
hoy,
ayer,
ayer de ayeres,
por las
curvas sencillas del viento,
desplazando
su caudal de perfume
en el
tiempo,
sin más
banderas
que el
acento claro de la paz.
El amor
es el secreto
de los
siglos en receso,
que va
dibujando
su
invisible rocío cósmico
en los
atardeceres
temporales
del espíritu
y
abraza en silencio
nuestros mundos
profundos
y luminosos.
El
secreto de los siglos
que se
quiere dilucidar
aunque
sea sólo
en la
oscuridad
o entre
tinieblas
que
como tules
envuelven
el amor,
lo esconden
para
que sólo
en la
esperanza del silencio oscuro
la luz lo ilumine
por
instantes
para trocar al mundo
sin
prisa
en el
paraíso
donde
se palpen soledades
o
nuevas ofrendas
de luz
y amor.