Estos son los poemas de Martha Urquizó, poeta uruguaya que ya publicara quince libros de poemas de amor en Montevideo, Uruguay, titulados: Logros de Vida, Mi Verso es un Canto, Los Colores de los Sentimientos, El Abrazo de la Luna, Poemas que Viajan, Sinfonías de Amor, Crónicas de Amores Vivídos, El Cantar del Alma, Memorias del Viento, Cartas al Amado Ausente, Amor, Pasión, Dolor, Historias de Vida, Verdades Incomprendidas, Palabras en silencio y El Aroma de la Noche.
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sábado, 2 de mayo de 2020
Soy mujer
No
soy la de entonces,
aquella
que dibujaba, el eco más profundo
que se
perdió en la música.
Soy
mujer.
No
soy quién, a la muestra de tu orgullo,
busca
la sombra,
la
sal que conserva el rumor de un canto;
mientras
clamo repentina
y
puedo devolver la satisfacción:
de
alguien,
que
pide para los míos,
que vuelve
y
como fantasma insomne entre los sueños
la
vida esparce golpes implacables,
Soy
mujer.
Busco
un sito;
donde
el más viejo dice mi nombre
y un
abrazo suyo, simula la palabra:
-¡Tengo
la sombra de alguien!-
y su
voz hace coro en mi verdad,
sobre
de un camino,
desde
entonces nunca soy la misma,
la
sal se perdió en el silencio de una voz lejana.
Soy
mujer.
Hollando
voy los restos
de
tantas perfecciones abolidas.
Años,
siglos por siglos acudieron aquí
a
posarse en ellas;
arcillas
o granitos.
Soy
mujer.
Linajes
de humedad, frescor edénico,
No
piso la materia, en su pedriza
Piso
el mayor dolor, tiempo deshecho.
Soy
mujer.
Tiempo
divino que llego a ser tiempo
Poco
a poco,
mañana
tras su aurora,
mediodía
camino en su véspero
Estío
que se junta con otoño,
Primaveras
sumadas al invierno.
Soy
mujer.
Hollando
voy las horas jubilares:
triunfo,
toque final, remate,
término
ya por constancia o por milagro
obra
que se acaba o empezó proyecto.
Soy
mujer.
Lo
que era suma en un instante es polvo,
¡qué derroches de siglos!
No
se derrumban piedras, no, ni imágenes:
Lo
que se viene abajo es esa hueste
De
tercos defensores de mis sueños
La
vida es una sola…
La dicha de ser
Siempre se tiene que esperar
la dicha
con los ojos terriblemente
abiertos.
Escogida estoy ya para la
hazaña
del gran gozo del mundo:
de soportar la dicha,
entregar todo,
carne, vida, muerte,
resurrección;
de acostumbrarme a su caricia
indómita,
a su rostro dulce, a sus
cabellos desmelenados,
a la quemante lumbre, beso,
abrazo,
entrega total de mi cuerpo.
Dicha es lo fácil del alma,
es lo que se tiembla al
sentirla venir.
Para que llegue la dicha
Hay que irse separando uno
por uno,
de costumbre, capricho hasta
quedaros vacantes, sueltos.
Quedarse bien desnudos de
nuestros sueños,
tensas las fuerzas vírgenes
dormidas en el ser.
La dicha solo es el anuncio
de su ardiente inminencia
galopante.
convoca y pone en pie,
porque la dicha quiere también
la dicha.
Desgarrada en dos,
llega con el miedo de su
virginidad
inconquistable anhelante de
verse conquistada.
Me necesita para ser dichosa
lo mismo que a ella yo.
Lucha entre darse y no,
partida alma
su lidiar, lo sufrimos
nosotros al tenerla.
Los elegidos para ser felices
somos tan solo carne
donde la dicha libra su
combate.
Prefiere quedarse a irse,
se desgarra por sus heridas,
nuestra sangre brota, ella,
es inmortal.
Dicha que despierta mis
poemas
escondidos en el más allá,
los que busco en mi causada
fantasía.
Muchas veces misteriosa
poesía, para hallarte,
vuelo y vuelo bajo el cielo y
el mar.
Te vi llegar
en cada ola que golpea las
rocas.
Dicha cual caricia eres mí
espuma,
formas parte de mi vida.
Mi dicha con audacia
inquieta,
sin cesar, te has buscado la
poesía
en el rojo esplendor del
mediodía
y en la nocturna soledad
secreta.
Tengo
Tengo las manos colmadas
de deliciosos momentos vividos
con intenso amor,
plenas de recuerdos inolvidables
y de penas ya olvidadas.
Tengo mi cielo de día
con un vestido azul y un botón de oro,
de noche con un vestido de luto
y un botón de nácar.
Tengo de día
todo el esplendor y el brillo
por que es cuando llega el amor,
de noche me sumerjo en la invisibilidad
porque es cuando el amor se aleja.
Tengo todos los encuentros fugaces
entre luces distantes
y azares sin respuesta.
Toda mi vida me palpita
encendida entre tus brazos,
cuerpos finos y delgados,
todos miedosos de carne.
Tengo,
desde que naciste,
al son de mis deseos viola de amor,
altar en el Olimpo,
cintura cincelada en nácar verde
y perfil modelado en blanda cera.
Tengo el calor de tus hombros enlazado,
apretado en mis brazos
y me siento en la cima de los cielos
con la tierra.
Crecías hacia dentro de mis dedos
cuando herías mi piel con tu belleza
y al roce y al llamado de tus ojos
tengo en mi alma
todos los poemas alzados
desde mi sangre.
Te tengo en el verde follaje
levantado del árbol
donde pierdo mi albedrío
y en el viento caliente de estío
y en la orilla del amor enamorado.
Tengo mis sentidos
creciendo a tu espalda,
flamígeros cipreses
en hileras por los aires,
un círculo amarillo
me inundaba de cuerpo entero.
Tengo tu figura vedada a mis poemas,
a mis prosas de amor
como un cerco de jóvenes olivos.
Tengo en mi boca tu nombre
y llevando las manos a tu pecho,
amor,
desnudándote,
caminas sobre el muro
que cerca mi silencio.
Tengo un aire domado por donceles,
ramos verdes que rodean mi sosiego
posando un viento en mis labios
que te acercan más a mi
y soy feliz.
Eres mi sol y mis cánticos unánimes,
el brillo de mis bienes ya logrados
y el aire para el vuelo de mis ángeles.
Tú conservas los labios
sobre el musgo
y tu nombre en el silencio,
riela,
espero que no te apartes nunca
y siempre nazcan de tus ojos
el verde azul que refresque mis sentidos.
Tengo,
te tengo,
tengo todo en mí,
eres mi luz en el zócalo del viento
rezagando mi camino,
ancla de oro y cadenas de mis anhelos.
Eres mi música del viento,
tan leve en extensión
al amparar su son
tan breve tiempo.
Te tengo y al tenerte
¡qué sensación tan profunda arranca
de mis entrañas!
¡qué grito de amor
desgarras de mis poros
y mi sangre!