Llamaradas
de amor que me sugieren tus labios, puedo sentir tu cercanía y cada suspiro me
quieta gratamente el alma.
Llamaradas de
amor que tus ojos despliegan en mi ser, chisporroteos, coloridos, chisporroteos
que me abrazan el alma, me convierten en hada, puedo volar entre abedules y cipreses, recordando el último beso.
Llamaradas
de amor se posan en mi pecho y me hacen gozar de este momento, instante
bendito, sentir tus besos que en mi memoria atesoraré por siempre como hilos de trigo y agua, de
cristal y juego.
Llamaradas
de amor, fuegos que abrazan y no lastiman, purifican el espíritu y nos unen en
una lumbre enceguecedora de pasión.
Llamaradas
de amor que rebaten con vivacidad todo espíritu opuesto a la pasión.
Llamaradas
de amor, hoguera encendida que entusiasma continuar amando arrancando del
tiempo mis palabras.
Vehemencia
de acariciarnos el alma. ¡No dejemos que este fuego se apague!.
Ágata de
fuego, salida de lo más profundo del orbe, es este amor que nos invade y nos
hace olvidar esta realidad que hemos vivido.
Aquí sobrevivimos, eternos como el fuego que arderá cuanto dure nuestra
vida.
Vivamos el
ímpetu del amor, porque si se acaba no estaremos arrepentidos.
Llamaradas
de amor llenan mi vida, la colmaron de delicias plenas sólo con tus manos en
las mías, me has flechado el alma, te pertenezco, vivamos este instante como si
fuera el último respiro de un milagro de amor sobre la tierra.
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