Las calles del miedo, esas, las
oscuras y escondidas entre resquicios de mi alma de experiencias dolorosas
vividas en el pasado de ayeres.
De ellas no sabía salir, eran
laberintos intrincados, tenebrosos, desolados, me sentía zarandeada, engañada,
en una red de mentiras y falsedades sin fin.
Te amaba más allá de esta vida,
eras mi faro, mi luz, mi existir todo y cuando tú derrumbaste, con un golpe
tajante y frío ese castillo de cristal que juntos habíamos construido, mi mundo
se derrumbó en pedazos, desperdigados por los nortes, sures, estes, oestes,
detrás del sol casi negro y de la luna amarilla con reflejos de espejos.
Me dejaste en las soledades del
temor y pesares con el espíritu desdoblado como telas de tisú rojizas y
llameantes.
Las calles del miedo,
imperecederas, encubiertas, atadas con lazos invisibles para que se las lleve
el viento huracanado y las arremoline en abismos profundos del olvido, en
cuevas jamás encontradas, nunca más.
¿Qué he hecho yo para merecer la
desgracia de no ser amada por el ser que en algún instante de ese pasado me amó
con desesperación?
La vida me plantea esquinas,
rincones, vueltas, giros inesperados frente a los cuales no supe ni pude estar
preparada.
Las calles del miedo que desde
las penumbras me acosan, me sumergen en vahídos y mareos danzantes con sones de
trompetas de submundos que me hacen emerger inmóvil y estática como estatua
cubierta de flores marchitas y enredaderas secas.
Las calles del miedo que
atraviesan en breves instantes este hoy que vivimos con ellas como muros del
tiempo, recordados a veces, olvidados otras, pero siempre dentro de nuestro
pasado como experiencias vividas que nos elevó a vibrar en la sensibilidad del
llanto, de la queja, del lamento.
En este hoy las recorro en
puntillas, sin pies en la tierra, volando con alas rotas que se mueven hacia
este mundo más feliz en el que vuelca mi todo en poemas, prosas, versos, porque
la vida me está despertando nuevamente al amor de vivir, de volver a ser yo
otra vez, conmigo misma, a quererme y a querer al mundo que me rodea.
Ahora estoy absolutamente
enamorada de la vida, piso fuerte y con mis totales sentimientos la tierra me
acoge en todo su esplendor y brillo.
Vivo, vibro, danzo, canto,
escribo con todo mi amor, ya las calles del miedo desaparecieron en la nada de
mis pensamientos, no dejando huellas de heridas ni dolores.
Ellas me condujeron a ser lo que
soy hoy, una mujer poeta colmada de amor.
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