Sólo tú, mi amor
ausente,
me instas a que mi
cuerpo y mi alma
se abran como un gran
abanico
de sentimientos,
risas, deseos,
gozos, alegrías sin
fin.
Quiero estar contigo
donde estuve.
Contigo, volver
¡Qué novedad tan
inmensa ésa,
volver otra vez y
repetir
lo nunca igual de
aquel asombro infinito!
Sólo tú, en cualquier
instante,
segundos, años,
puedes golpear mi corazón
porque sé que donde
estuve
sólo se va contigo,
por ti.
Tus besos los beso yo
por ti,
saben, tienen sabor a los zumos del mundo.
¡Qué gusto negro y
denso
a tierra, a sol, a
mar!
Se quedan un momento
en mis labios,
indecisos,
imprevistos
y sin percatarme no
se si son para mi,
por ser algo irreal y mágico,
¡Son estelas, son
signos,
son condenas o
auroras!
Sólo tú, creas en mi
rostro un velo de lágrimas.
Si tú supieras que
ese gran sollozo
que estrechas en tus
brazos,
que esas lágrimas que
tú secas besándolas,
vienen de ti,
son tú dolor hecho
lágrimas
más sollozos míos.
Sólo tú, el único,
traído por el viento
crepuscular
y el silencio boreal,
hizo latir aprisa,
acompasado mi corazón
enamorado.
Dime el porqué de nuestro encuentro
en la sintonía del
existir
en este Universo que
nos rodea
y nos envuelve en
redes invisibles,
diáfanas,
entrelazadas
con hilos de mil
hojas verdes
y capullos sin abrir de flores multicolores.
Sólo tú, es al que
espero,
a nadie más esperaré
nunca,
como Penélope
tejiendo mil telares
frente al mar mirando
casi sin ver el
horizonte
fruncido por la pena
de la distancia.
Cuando tú me
elegiste, el amor eligió,
salí del gran anónimo
de todos, de la nada
y mi tristeza se
trocó en alegría
más alta que las
estrellas o nubes,
me elevaste.
Y mi gozo se echó a
rodar,
prendido a tu ser, en tu pulso.
Posesión tú me dabas
de mí, al dárteme tú.
Viví, vivo, ¿hasta
cuando?
Sé que volverás
atrás,
cuando te vayas
retornaré
a ese sordo mundo sin
diferencias
de la gota en el
agua,
del gramo en el peso.
Una más seré yo
al tenerte de menos
y perder hasta mi
nombre.
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