Amor
mío,
tus
versos de renuncia,
tan
nostálgicos,
no
quiero,
no
puedo pensar que sean para mí,
ni
sobre nuestro amor,
porque
no puede negar que nos amamos.
Leerte
y sentirte
me hace
transportarte a mis brazos,
llenos
de rosas rojas,
esperándote
para acariciar tu piel
y rozar
tus mejillas con las mías,
como si
fuéramos niños embelesados
en un
amor
que ha
borrado todos los amores vividos,
para
convertirse en el único
y el
primero.
Todo en
ti vive,
todo en
ti palpita,
porque
eres vida, eres amor,
mi
generadora de los más dulces sueños.
Qué
lindo que sea así,
mi
amor,
las
lágrimas no son sólo
lenguaje
del alma condolida;
el
llanto es también
el
lenguaje del alma complacida
que se
asoma a los ojos
en
gotas de cristal.
Si me sigues dando este alimento de amor,
Si me sigues dando este alimento de amor,
todos
los instantes y por todos los motivos,
nos
vamos a convertir los dos
en un
solo poema inmortal
que sea
arrebatado al cielo
como
Elías en su carro de fuego.
Porque
¿sabes?,
estar
enamorado,
mi
amor,
es
tocar el infinito con las manos;
es
sentir que nuestro corazón palpita
al
mismo ritmo del mar
al que
mueve la luna enamorada;
es
creer que un instante es capaz
de
convertirse en una eternidad;
es
escucharte a ti
y creer
que existe la felicidad.
Amor
mío:
otra
vez tu don de seducción
de la
palabra y del verso.
Otra
vez el hechizo
con que
adobas tus mensajes
románticos
y poéticos,
abrazando
profundamente mi cuerpo
y
besando con ternura mi alma.
Otra
vez que me extasías de pasión
y me
haces desearte intensamente,
para
poseerte totalmente
y
demostrarte y demostrarme
que eres inmensamente mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario