Hiedra de amor,
me enrosco entre
enredaderas
a tu cuerpo viril y
fuerte.
Toco tu muslo y
descubro
el suelo por tu pie
desnudo.
Al desnudar tu luz en
mis pupilas
se congrega la sangre
por las venas
y una tibia memoria
sin contornos
se apacienta en
nuestros valles,
entre madreselvas.
Hiedra de amor,
mueve el viento
su lengua sosegada
el monte su verdor
sangra en el río
y manan de mis senos,
caricias para
recostarse en tus pupilas.
Por las venas del aire
andan tus pasos
tentando mi recuerdo
y tu albedrío,
naciendo nuestros
cuerpos
hasta nuestras
frentes
una hiedra de amor
enternecida.
Tus ojos que se abren
en follaje,
anegan de esperanzas
mis deseos,
mientras recorro con
mi mente
todo tu cuerpo
enternecido
en las largas
avenidas
de tu cielo.
Quiero mi nombre
recogido en tu boca
con color en la
música del estío,
tan leve en extensión
pero tan profundo en
amor
al amparar su son tan
breve tiempo.
Mantendré mi sed de
amor por ti,
siempre,
entre suspiros
descendidos desde el cielo
y el medido
resplandor de tu alabastro
una hiedra de amor
cae sobre mis pezones.
En un amor callado y
silencioso,
sangre del bienamor,
firme enredadera de
amor,
está en mí plantada.
El rocío de pétalos
de jazmines,
glicinas,
buganvillas,
azahares,
caen en mis labios
como tus besos
y la sed de mi amor
los encuentra en mi
boca
que te espera con
toda ansiedad.
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