Una lágrima, una sola, se deslizó por mi
mejilla, despacito, porque tú con tus besos abriste las compuertas, las trabas,
las rejas de mi alma y entraste a mi interior depositando tu cálido y
estremecedor amor.
Mi espíritu es un gran mar salado colmado de
besos tiernos, apasionados, ardientes, eternos.
Besos de sal que conmueven hasta lo hondo y
las lágrimas de a una van hacia tus caricias, son de felicidad por el amor que
has despertado en mí.
Mi alma agitada, convulsa, trémula, se agita y
palpita ante tu presencia y tus abrazos cálidos, dulces y firmes me colman de
amor y tus besos cubiertos de lágrimas saladas me llevan a otro mundo, al
nuestro, sólo nuestro.
Besos de sal, anhelados, esperados con ansia,
necesitados como el aire para los pájaros y la luna para el mar.
Y es mi llanto lento, suave, que como una
caricia te cubre como un manto de olvidos.
Besos de sal, calmos, tibios, irrenunciables,
que dan quietud y paz a mi espíritu inquieto, aventurero, viajero siempre en
pos de un ideal, de una utopía.
El amor llegó y con él frescura al alma porque
me afianzó la fe en la creación divina.
Besos de sal, plenos de felicidad y llanto sin
efímeras ilusiones o vanas esperanzas.
¿A dónde me conducen los besos de sal?
¿A qué lugares recónditos me llevan?
Solamente quiero estar contigo al amanecer y
en el crepúsculo, bajo el firmamento estrellado, en la tarde de estío frente al
mar.
Necesito los besos de sal, mi alma clama por
ellos, en cada día, en cada noche, en cada instante de mi vivir, son mágicos,
etéreos, frágiles y los anido como la calandria protege a sus amores.
Besos de sal que me hacen bajar la luna entre tus
brazos y me entregan el secreto de este amor dulce y gozoso.
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