Mi dueño
desconocido, déjame en mi soledad dormida, no quiero tus cadenas de hierro que
me son leves de llevar y no las siento porque hay otra cadena hecha de olas, de
tierras, de vientos, de suspiros, de sonrisas, que me atan, yo no sé a dónde me
esclavizan pero sé que es a ese dueño desconocido, a ese dueño que desde las
sombras despierta mis deseos de amar.
Mi dueño
desconocido me mueve el cañaveral de la pasión, no me permite dormir extasiada
por sus susurros, sus silencios sin ecos y sin caricias deslizantes del más
allá.
Eres mi
árbol florecido y hoguera de estrellas que viene en las noches de abismos a
buscar mi roce con suavidad y dulzura entre llovizna de azahares que por dentro
me abraza aún entre las tinieblas grises y densas que lo envuelven.
Mi dueño desconocido,
ven a mi lado y trae tu flor de cielo a mis manos que claman por ella y los
racimos con verdes hojas embriagantes de las sombras que la devorante sed de la
sangre aplaca.
Quiero
hundirme contigo en los mares profundos, tras los corales liberadores del tedio
para llegar a través de ti al lugar de donde tú como fantasma protector me
protege y me ama.
Mi dueño
desconocido tus manos de ondas me acarician la piel, me arrancan el cansancio
de los días, las cruces de la tierra amarga y me envuelves en un manto de
lluvia para que recupere la azucena jubilosa de los días por venir.
Me haces
crecer poderosas alas, en manos, pies y cintura para cortar, como golondrina,
el cielo suave del agua y vas abriendo para mí el tupido follaje de la
misteriosa selva tras los colibríes y las rosas de primaveras salvajes.
Mi
desconocido dueño, me haces sentir casta, transparente, luminosa y serena como
la inmensidad tornasolada que amorosa me abraza.
Me dejas
como yo siempre quise vivir libre, sin que las sombras y las piedras pesen
sobre mi espalda y haces que ángeles vigilen mi seguro cuerpo, convertido en
puente, que necesita ir hacia ti y llegar al infinito por las olas, vientos,
luces y cielos azules y abiertos.
Mi
desconocido dueño, mi arquero del sol que por el bosque de cristales potente
avanzas hacia mí.
¡Todo el mar en tu pecho! ¡ Todo el cielo en tu
alma! Arranca el misterio a las sedas del alga y como pez con alas, bien
seguro, ven a mí, pronto, muy ´pronto, de entre las ondas azuladas corre y
vuela en la pradera sin medida de las verdes aguas y alcánzame ya…
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