Cenizas, la noche se astilló de estrellas, la música detuvo
sus notas, el aire se detuvo en un soplo, sólo quedaron mis arcanos sueños,
antepasados de mis sonrisas, cuando nuestro amor nos unía.
Cenizas, hay ahora tan solo candados pero no llaves y hay
temores pero no lágrimas, porque sin tí no tengo mañana, porque sin ti mi noche
sufre.
Te esperaré desde el oscuro principio, intentaré que las
cenizas desaparezcan y daré vida a secretos cegados con recónditos signos que
estaban callados para que desde recuerdos hondísimos emerjan nuestras canciones
desde mis labios que en cenizas se habían transformado en un puro dolor atónito
de mi interior llama viva.
¡Cenizas, ya no más! Quiero letras de amor, nuevas, sin
tristezas, ni mansos llantos, sin dolores con luces que aniquilan, sí con
brillantes y tersos colores de un nuevo
amor, aquel, el olvidado.
Cenizas doradas del fénix que nace de los ingenios sin
demora, ni palabras que se desintegran en el sendero de la vida, sin despojos
ni amores ingratos.
No quiero la llave del olvido, sí el sol del amor que queme
mi pecho, ir por donde el agua canta alguna estrofa de algún sueño perdido,
mientras por la orilla, lentamente se encienden recuerdos escondidos.
Cenizas despojadas, ya no existen en este otoño infinito con
la nostalgia acunando en silencio el dolor ya dormido.
Y así sobre la dolorosa soledad que busca sin tregua su
imposible destino, allá muy lejos quedaron las cenizas de nuestro amor perdido.
Los lugares de la ausencia siempre quedan como lo único que
existió en nuestra vida.
Ya no más cenizas, ahora iré a empaparme entre hierbas
húmedas y campos floridos para encontrar el amor, el que no tiene límites, el
que se siente cerca, aunque esté tan lejos y así de las cenizas el fuego se
levanta y se reaviva lo que se creyó olvidado.
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