Dos caminantes de la vida, tú y yo, juntos en
un pedazo de cielo con vibraciones distantes y entre sueños envueltos en tules
y mantos, caminaremos unidos hacia el más allá que nos espera, entre nuestras
sonrisas que alegran la soledad ya ida.
Dos caminantes rodeados de blancas nubes
vigías, flotando sobre el agua con luces encendidas que el amor arrulla.
Dos seres que sin mañanas, sin neblinas y sin
misterios en tardes otoñales, silenciosos van, sin alas, por los aires como
aves ligerísimas.
Dos caminantes, los que a su paso arrullan las
oscuras golondrinas entre frondas verdecientes buscando una mirada donde el
amor gozoso encuentra sombras bellas, gráciles que se deslizarán en su ruta,
entre besos y escenas de colores.
Dos caminantes que viven el amor con la
hermosura posible, entre tinieblas con las luces que esquivan.
Ya no más esperanzas perdidas en éste hoy, se
ofrecen breves dosis de retorno a ilusiones ya idas.
Dos caminantes ansiosos de estar juntos,
revoloteando por el aire sus voces apocalípticas con alas de profecía.
Dos caminantes que piensan y aman en el
crepúsculo para alcanzar con suspiros el cielo y volar libres y danzar en un
cortejo de besos rozándose casi sin tocarse, ya que en dulce tibieza, de a poco
encender el fuego del amor en insaciables ansias de amar.
Dos caminantes que arrobados marchan paralelos
al tiempo en un afán sin término para salvarse de no encontrarse.
Rodeados de esa luz inextinguible ya que el
camino bordeado de estrellas los conduce a su lar, avanzando en claridades casi
a ciegas porque la búsqueda es donación de la vida, entrega total, sin misterios,
donde las preguntas retumban y los ecos contestan.
¡Amor, eres mi vida!
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