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viernes, 26 de octubre de 2012

Inquietud



Inquietud porque el temor, la duda me acechan, de que mis poemas de mi mundo mágico desaparezcan insólitamente sin saber por qué.
Ellos emergen en un momento perfecto como el principio de mi vida, en tropeles avanzan, se entrecruzan, se deshilvanan, caen al vacío del papel en blanco con su destino: que lleguen a tus manos.
Inquietud, mis lágrimas errantes entre mis versos peregrinos que abren la puerta del amor entre la afanosa y perdurable angustia que como ala es canción y me estremece el alma al temer ser herida y lastimada.
Inquietud, por tus desdenes, la guardo clavada en mi espíritu como cruel espina perfumada, amante de la rosa.
La guardo cual amado tesoro, en mis desvelos cuando para mis líricos consuelos irradian desde lejos mis versos, tu alborada para llenar de palabras de amor, tu memoria.
Inquietud de amar que con versos y cantos será notoria por hacerlas nosotros la sublimación de nuestros anhelos.
No importa que se alargue nuestra espera, sin prisas viviremos en la gloria.
Inquietud fugaz y pasajera, quiero mirarte cara a cara, viéndonos en lo que somos, brotando desde las dichas cumplidas ayer, la dicha futura llamándonos y otra vez la vida se siente como un sueño trémulo entre pimpollos florecidos de alelíes, campanillas azules, rosas, amapolas, enredaderas de vida de un existir pleno.
Siente vibrar el amor dentro de mí, ¿Dónde se habrá guardado la estrella mía, mi cristal ambarino de centelleante color?
Inquietud de que tú, amor, no existas en mi vida y esta ternura que ciñe mis hombros, que entolda el oro de mi corazón me colme de pena.
¿Adónde buscaré el agua si sólo conozco el eco de la fuente?
La noche me niega su torso de aurora y voy extrañada, perdida, anonadada al mundo en que tú estás trocando el aire azul en búsqueda por el cielo donde estás tú, mi amado.
No queda mucho tiempo, todo cambia.
¿No sientes inmensas huestes de besos, de resistencias, de porvenir en las manos, de arrebatos y de calmas?
Inquietud de que perdamos el segundo fugaz de encontrarnos, porque allí, detrás de los besos, de las miradas, del gozo sin forma, están y seguros, nuestros mutuos sentimientos esperados, esperando, defendiendo en penumbra lo felizmente encontrado.

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