Regálame tus secretos, los que tienes escondidos allá,
detrás de la esperanza.
Enséñame los que tienes ocultos en la sombra de tu corazón,
y yo te regalaré mi alma.
Concédeme la luna, envuelta en tu sonrisa y los mimos tibios
que florezcan de tus fuertes manos despierten la esencia íntima de mi ser.
Regálame tus secretos, los más íntimos, que como en un
ritual te envuelves en ellos, compartámoslo juntos aunque nos entretejan,
consumiéndonos en temblores, en una desgarradora verdad que nos ahoga.
Te amo, perfil solo, nube gris, nimbo de olvido.
En el misterio de tus miradas, bajo la tormenta oscura de
palabras, en la tristeza o puñal de cada beso hasta la ira o la melancolía, te
sigo amando.
Regálame tus secretos aunque no más el pequeño y yo te
enviaré los míos, los que en el recóndito de mi alma, te pertenecen y te los
haré llegar como un relámpago entre sueños de amaneceres, atravesando la aurora
para que tú, los descifres en el sueño del horizonte donde todo se olvida.
Y si tú los quieres, irán hacia ti como un alarido gimiente
y doloroso que llega de tan hondo que han deshecho su quemante raudal,
desfallecido antes que tu alma lo sienta.
Regálame tus secretos, así estarán unidos a los míos en
nuestros corazones de agua y miel, prisioneros de cascadas de sonrisas como
cadenas de flores suspendidas en nuestros suspiros, en nuestro tiempo
imaginario donde rumorea una bandera de rosas.
Regálame tus secretos, los guardaré en mi cofre de tesoros
ocultos con siete candados y llaves que nadie encontrará, estarán conmigo
comulgando en silencio el amor sin límites que siento por ti.
Y entre goces, placeres, caricias que desgarran, besos que
dibujan nuestros rostros temblorosos, nuestro amor nace, renace, en cada
instante de nuestro amanecer.
Regálame tus secretos, los que no huyen a su guarida oscura,
que trepan, sí, por las paredes húmedas para llenar mi alma como en un juego de
risas y tristezas compartidas como canta el río, mojando las veredas y empedrados en la sed del silencio y el anhelo.
Mis palabras de amor, más que mías son tuyas y para que tú
las oigas son como cascabeles de cristales para tus manos suaves como la seda,
van trepando despacio, sin prisas en mi viejo dolor como las yedras de no
tenerte.
Ahora, conmigo, tú y tus susurros que van tiñendo con tu
amor mis prosas porque todo mi mundo interior lo ocupas tú, todo lo ocupas,
fundiéndome en tu regazo con tus secretos en mis labios.
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