Canto sin palabras,
en silentes espacios del todo y de la nada, lo siento dentro, muy dentro,
cantando en mi alma mis amores escondidos.
Canto sin palabras, el ambiente sonoro de grillos y cigarras,
glisando las brisas, del temblor del ramaje, me sumergen en estos versos que me
atrevo a cantar dentro de mí. Sin palabras en papeles que quedan en blanco
esperando el momento que las letras los inunden de amores.
Los cocuyos encienden sus chispas intermitentes, vanidosos rivales
de galaxias lejanas y la luna sobre el mar rielando en el oleaje, comprende
soberana en el paisaje solidario mi canto sin palabras.
Canto sin palabras, cuando le llegue su momento, su día le
llegará, vibrarán en hojas en blanco, temblorosas y tiernas. Volcarán sus
sentires intactos, puros, que gozarán la virginal delicia de no haber sido
vistas por ningún mirar, sólo cantos en mi alma fueron.
Palabras no hay aún, no se las puede nombrar, quién las busque en
arco iris o en cielos iridiscentes nunca las encontrará, son cantos sin
palabras.
Disfrutan esencial vida en mi yo interior como el agua antes de
ser arroyo, lágrima o mar.
Canto sin palabras, ya les llega su día, su canto se escuchará
cuando el día amanezca en un alba estival. ¿Qué color tendrán sus letras al
llegar al papel que las espera? ¿Tendrán un color de cielo? ¿O de azul de mar?
¿O de verdes primaveras?
Canto sin palabras, ya comienzan a llegar por el aire, van y
vienen tratando de alcanzar el silencioso papel que las atrae insinuante,
querencioso y atrevido, deseando leer el canto, el que vino del alma.
Canto sin palabras,
melodioso, como el trinar del ruiseñor posado en espumas, en frondas marineras.
Así como el cielo se vuelve al mar y el mar al cielo regresa, las palabras de
amor de mi alma van hacia la magia de las hojas en blanco y de ellas vuelven a
mi alma, más sutiles, sentidas. Susurradas con lenguajes entremezclados con
palabras que humedecen mi interior con lágrimas como lluvia recién mojada
venida de mundos remotos pletóricos de amor y de eternas primaveras.
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