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jueves, 31 de enero de 2013

Mi dueño desconocido


Mi dueño desconocido, déjame en mi soledad dormida, no quiero tus cadenas de hierro que me son leves de llevar y no las siento porque hay otra cadena hecha de olas, de tierras, de vientos, de suspiros, de sonrisas, que me atan, yo no sé a dónde me esclavizan pero sé que es a ese dueño desconocido, a ese dueño que desde las sombras despierta mis deseos de amar.
Mi dueño desconocido me mueve el cañaveral de la pasión, no me permite dormir extasiada por sus susurros, sus silencios sin ecos y sin caricias deslizantes del más allá.
Eres mi árbol florecido y hoguera de estrellas que viene en las noches de abismos a buscar mi roce con suavidad y dulzura entre llovizna de azahares que por dentro me abraza aún entre las tinieblas grises y densas que lo envuelven.
Mi dueño desconocido, ven a mi lado y trae tu flor de cielo a mis manos que claman por ella y los racimos con verdes hojas embriagantes de las sombras que la devorante sed de la sangre aplaca.
Quiero hundirme contigo en los mares profundos, tras los corales liberadores del tedio para llegar a través de ti al lugar de donde tú como fantasma protector me proteges y me amas.
Mi dueño desconocido tus manos de ondas me acarician la piel, me arrancan el cansancio de los días, las cruces de la tierra amarga y me envuelves en un manto de lluvia para que recupere la azucena jubilosa de los días por venir.
Me haces crecer poderosas alas, en manos, pies y cintura para cortar, como golondrina, el cielo suave del agua y vas abriendo para mí el tupido follaje de la misteriosa selva tras los colibríes y las rosas de primaveras salvajes.

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