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lunes, 28 de enero de 2013

Sin libertad


Sin libertad, ¿a dónde irás? Te la quitaron y tú la ofreciste como en bandeja de oro con pétalos de rosas al mejor postor.
La vida entre tambores que andan por tu sangre no merece ser vivida, trasmitiendo la maldad, los celos, la envidia, la ignorancia.
Sin libertad vives en un submundo profundo, la luz no te ilumina como en una galera encadenado y tu mente divaga en recuerdos ingratos y hablas sin pensar que hieres y lastimas.
¡Basta ya!, medita contigo mismo, reencuéntrate y haz que el amor, el verdadero te envuelva en una túnica de lentos llantos.
Sin libertad, mudo levanta tus brazos y clama por paz y paciencia como si pudieras salir de entre los escombros de pesadumbres y bajezas en las que estás sumergido.
Yo tengo mi rostro feliz, mis libres brazos y todo cuanto tengo, es Amor, lo más sagrado que a raudales sale de mi pecho aún a pesar de que crean que no tengo cualidades de ser humano sensible, de que soy pérfida y arpía.
Viven en la equivocación del no saber, del no vivir intensamente, de tener un corazón duro como un roquedal o roto en cenizas.
Sin libertad, no piensas, no razonas, eres intolerante y te vas desgastando con el tiempo, dando valor a lo mísero y pequeño por conveniencia propia.
¿Sabes lo que significa valorar a alguien? ¿Sabes defender lo querible? ¿Proteges a quién te quiere? No, eres calculador en tu cueva sin amor, no das ya más valor a las cualidades, sólo te interesa lo superficial y fútil, no lo verdadero y único.
Sin libertad aún cuando creas tenerla vivirás sin lo más preciado de este mundo, el amor incondicional.
¡Qué solo quedarás sin espigas de amor en tus brazos!
Todo cuanto en la vida quieres gozar no te pertenece a ti, es de los otros, los que te rodean en un mar de la nada, en un valle de las sombras donde el frío te rodeará y la felicidad huirá de ti, sin nada en tus frías manos, aún cuando creas tener todo.
Tenías inteligencia y coraje, piel y pechos duros para sufrir y vencer los golpes, los ultrajes, los manejos de gente necia y no supiste abandonar lo que creías necesario y llegaste al final.
¡Cuán poca fuerza la tuya! , entre el polvo pero con necesidades materiales cubiertas, permitiste que invadieran tu libertad y quedaste desnudo y solo.
No supiste ni pudiste valorar lo que te conducía al sendero luminoso de la felicidad.

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