La
desconocida, la que desapareció tras sus huellas, a su lugar escondido y
misterioso.
¿Quién
es ella, la innombrable, la sin nombre, la que huye del mundo disipándose en
las tinieblas vagas y temblorosas?
¿A
dónde se dirige con su paso cansino y torpe?¿Por qué sus hombros se inclinan
hacia el suelo y sus ojos no se vuelven a mirar el cielo?
La
desconocida, la que un día se sintió vencida, la que no encontraba escape de su
laberinto de amor, que no comprendía nada por tener tanto temor.
Vuelve
sin pronunciar palabra alguna, es aquella, la que viste llorar, en su mirada se
ve que no cree en nada, su corazón de tanto sufrir se tornó de hierro fuerte.
¿Cuál
fue la razón de su cambio, de su soberbia figura ahora cabizbaja y apocada?
La
desconocida, la que sólo conoce la noche,
con sus ropajes oscuros, negros y grises, su rostro oculto con un manto
de enredaderas mustias, se acerca despacio, con su paso cansino, buscando lo
que dejó atrás, sus amores ahora ya ocultos, su felicidad perdida en mil
vericuetos hondos y secretos.
Su
alma fría la atormenta con hondos dolores de nostalgias ya idas.
Camina
sin saber adonde dirigirse y a veces, fugazmente, en un breve instante,
distingue una luz que la lleva a su destino perdido del cual ya no tiene memoria.
Se
desliza entre dos mundos, regresa del submundo donde estaba sumergida para
encontrar su yo perdido.
La
desconocida, para salvar su mundo y limpiarlo de espadas viene en busca de la
antigua luz, de la lámpara olvidada, envuelta en la noche cruel de sus
pensamientos.
En
una túnica de lentos llantos, donde nadie la ve, se envuelve en sus ropajes y
camina sin cesar, asoman a sus ojos recuerdos de amores pasados y sus brazos se
mueven como ramas del agua y entre sus dedos largos aprieta sus puños, su bastón
como báculo la guía hacia el sendero que busca, que se le escapa y se aleja de
la luz avizorada entre el aire y los sones en que arden las cañas.
¡Aprieta
su cuerpo envejecido y leve! ¡Qué hambre de soles a su frente asalta!
¡Aprieta
y no sueltes, palmera alta, con hojas secas y raídas, que el alma y la carne se
van con la vida yerta y desolada!
La
desconocida, de sus dolidos huesos y la raíz de su pasado se va consumiendo.
¡Álzate
de tus escombros, que la vida vale vivirla con amor y esperanza! ¡Espera el
nacimiento del nuevo día desde el polvo de tus muertos, déjalos ir a los
vientos entregados!
¡Quítate
ahora, desconocida, los disfraces oscuros del ayer, de los días amargos y
recupera la vida que quedó flotando bajo tus párpados!
¡Vive,
respira, canta, nada de fuera debe preocupar tus sentidos!
¡Todo
se pierde en nieblas de humo y de incienso! No recuerdes nada de tus tristes y
pasadas jornadas, vive el presente, la fuente de la eterna luz, el futuro
mañana caminará hacia ti.
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