Sabores
y aromas del amor, nuestro amor florece entre la lila buganvilla, la blanca,
amarilla y roja de la gracia que, pensativa, en el conjunto de pétalos, lleva
su aroma al viento y la cala que tiene la forma y el declive de una lágrima,
pronta a desprenderse de unas grandes pupilas invisible.
Nuestro
gozo es intenso, la luna empalidece al contemplar la naturaleza que nos ofrece,
en un estremecimiento contemplativo, en una mullida alfombras de tréboles y el
manantial su espejo donde nos mecemos suavemente.
Al
morir el sol, en el ocaso, nuestros anhelos se desangran en resplandores de
sabores y aromas del amor entre alpinas rojas y heliconias naranjas, rojas y
multifacéticas.
Néctares
de amor, sabores que inundan nuestros poros y llegan con deliciosa ternura a
nuestras almas anhelosas de amor entrelazándonos entre labios húmedos de
perfumes, entre carambolas suaves de sabor y color diferente, verdes y blancas.
Sabores
del amor que nos llevan a ser dos, unidos por la acidez del maracuyá, la
dulzura de la melancia, lo agridulce del abacaxi y la frescura de la Eugenia.
Sabores
que inundan como ríos nuestras venas y nos llevan por senderos ondulantes,
transparentes, a nuestro nido de amor.
Amantes
de colores nuevos y aromas de blancas bromelias, rojas equisorias que como una
sola flor une sus pétalos en un gran resplandor rojizo y entre estos aromas
vivimos entre gozos y dichas, lejos del mundanal ruido y ecos repetitivos que
nos permiten comunicarnos hasta lo hondo del alma.
Silencios
sin ecos, entre perfumes envolventes y sabores deleitantes nos transportan en
tan sólo instantes a sentirnos más unidos en verdes hojas del follaje del
bosque, moviéndose al compás del viento que nos arrulla y acuna en este paraíso
único que vivimos.
El
tierno mangostán une nuestros labios con gusto a manga y a cacao.
Sabores
y aromas del amor que como gotas minúsculas invaden nuestro cuerpo y nos hacen
amarnos con total intensidad.
Nuestra
intimidad secretísima, trémula de dicha se rinde ante tanta belleza, colorido,
hallazgo necesario para que nuestros besos sean más lejos, estrechados y
plenos.
Lo
dulce del gusto y la vertiente de los olores arriban a nuestra carne
transcorpórea del cuerpo y ya quedan en nuestras almas como campos florecidos
entre azahares de frutos esperados.
Y el zumo vital es el agua nuestra, que fría corre
desde nuestra boca por nuestra piel,
haciendo que el amor, renazca cada día con nuevo y renovado sabor y aroma.
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