Una luz encendida, un deseo infinito de encontrar
ese amor verdadero y pleno.
Cuando un rumor ambiguo y exigente se me estanca en
las venas y mi voz se resquebraja, se reseca como un erial de cuero, acudo al
largo camino iluminado y le entrego el impulso circular que pudo ser un verso,
un poema, una prosa poética de amor.
Una luz encendida, hacia ti voy, a encontrarme con
mi amado amante en los jardines en donde nos acogen y sus duendes nos inventan
matices singulares, dejándonos gotas de sueño hasta el más allá, donde el
temblor pluvial nos hace falta.
Una luz encendida, íntima, nuestra, que emerge del
vegetal periplo con un guiño punzante trasmutando en estrella el cielo
circundante.
Alquimia secular de los jardines donde se trueca la
sigilosa confidencia en altos aires tallados, esclarecidos.
Una luz encendida entre nuestros cuerpos de mármol
y perfume y el amor se desliza en nuestras manos acariciando la piel desnuda
ungida hasta nuestros dedos, en brazos de estatua esculpidos por la pasión
fresca.
Te siento junto a mí, estás como una mariposa de
fuego y de tormenta.
Una luz encendida entre tú y yo, quiero que aturdas
todos mis sentidos, quiero sentir un cerco que confunda mi cuerpo con tu carne,
mi aliento con tu boca, mi piel con tus ojos ardientes acariciándome toda, casi
sin tocarme.
Apaga el viento que delira, desboca los temores
indefensos.
Quiero al fin la comunión total, la unión que será
lo sumo del amor.
El abrazo de tu piel de nave humedecida, me sacude
y me hiere, me desdobla y me lleva.
Mi vida es un cielo trivial de jovialidades que
llenas con tu aliento de argonauta errante y taciturno.
Una luz encendida aprieta mis deseos, caliéntame
las carnes con tu pasión de viento.
El sol será mañana una fuente de lujurias y tú serás
mi boca y mis manos desgajadas de rocío serán tu placer máximo.
Cual hambrientas sensitivas, con suavidad de
jazmines, tus manos cuajan mis senos doloridos de deseo que se entregan
agitándose a la soledad que se beben.
Una luz encendida, mis formas inanimadas viven,
tiemblan, se hace carne, bajo el cincel embebido de tu pasión noble y pura.
¡Qué sensación tan profunda arranca de mi alma!
¡Qué grito de amor desgarras de mis poros y mi
sangre!
Una luz encendida nos envuelve como capullo en
flor, otra vez mis ojos en el fuego de la tarde y todo perdurará… hasta tu
ausencia…
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