Páginas

jueves, 7 de febrero de 2013

Una luz encendida


Una luz encendida, un deseo infinito de encontrar ese amor verdadero y pleno.
Cuando un rumor ambiguo y exigente se me estanca en las venas y mi voz se resquebraja, se reseca como un erial de cuero, acudo al largo camino iluminado y le entrego el impulso circular que pudo ser un verso, un poema, una prosa poética de amor.
Una luz encendida, hacia ti voy, a encontrarme con mi amado amante en los jardines en donde nos acogen y sus duendes nos inventan matices singulares, dejándonos gotas de sueño hasta el más allá, donde el temblor pluvial nos hace falta.
Una luz encendida, íntima, nuestra, que emerge del vegetal periplo con un guiño punzante trasmutando en estrella el cielo circundante.
Alquimia secular de los jardines donde se trueca la sigilosa confidencia en altos aires tallados, esclarecidos.
Una luz encendida entre nuestros cuerpos de mármol y perfume y el amor se desliza en nuestras manos acariciando la piel desnuda ungida hasta nuestros dedos, en brazos de estatua esculpidos por la pasión fresca.
Te siento junto a mí, estás como una mariposa de fuego y de tormenta.
Una luz encendida entre tú y yo, quiero que aturdas todos mis sentidos, quiero sentir un cerco que confunda mi cuerpo con tu carne, mi aliento con tu boca, mi piel con tus ojos ardientes acariciándome toda, casi sin tocarme.
Apaga el viento que delira, desboca los temores indefensos.
Quiero al fin la comunión total, la unión que será lo sumo del amor.
El abrazo de tu piel de nave humedecida, me sacude y me hiere, me desdobla y me lleva.
Mi vida es un cielo trivial de jovialidades que llenas con tu aliento de argonauta errante y taciturno.
Una luz encendida aprieta mis deseos, caliéntame las carnes con tu pasión de viento.
El sol será mañana una fuente de lujurias y tú serás mi boca y mis manos desgajadas de rocío serán tu placer máximo.
Cual hambrientas sensitivas, con suavidad de jazmines, tus manos cuajan mis senos doloridos de deseo que se entregan agitándose a la soledad que se beben.
Una luz encendida, mis formas inanimadas viven, tiemblan, se hace carne, bajo el cincel embebido de tu pasión noble y pura.
¡Qué sensación tan profunda arranca de mi alma!
¡Qué grito de amor desgarras de mis poros y mi sangre!
Una luz encendida nos envuelve como capullo en flor, otra vez mis ojos en el fuego de la tarde y todo perdurará… hasta tu ausencia…

No hay comentarios:

Publicar un comentario