Déjame
vivir como yo quiero, libre, en volandas al viento, danzando entre arabescos de
colores y sentimientos íntimos.
Quiero
una vida plena de armonías de flotantes alas.
¡Ven
conmigo a comulgar el Amor único y verdadero!
Déjame
amarte en silencio, entre suspiros entrecortados, entre gemires de placer y
gozo, entre ecos halagadores de la eterna música de la Tierra Prometida, ritmo
sin fin de la sagrada unión de dos seres que se aman.
Déjame
soñar con nuevos amaneceres juntos, frente al mar y al horizonte límpido y
diáfano entre besos áridos por la sal que florecen desde los rincones del alma.
Los
pesares del ayer y los fantasmas de la duda se han escondido, lejos, en el
infinito ocaso porque nubes de calma dan fuerza a nuestro amor.
Déjame
gozar plenamente y serenamente de una vida plácida a tu lado, no cercenada por
pesares ni heridas, sólo, tan sólo, plena en un oasis de júbilos y alegrías
como cascadas de aguas estruendosas y brillantes.
Déjame
seguir mi manso camino perfumado con el gris de tus ojos que son aromo en flor.
Me
siento como un azahar del naranjal en flor, purificada y virgen.
Tus
labios son para mí una flor, su perfume es mi dicha, su presencia mi tenaz
redención.
Déjame
ser una flecha alada que dispara el arco piadoso de la vida, ser Cupido para ti
con una espada en cuyo filo duerme el amor.
Déjame
llorar con lágrimas de sal, brumosas, calmas que enciendan tu noche procaz con
música blanca en plenilunio.
Ser
como una madreselva, beso de plata con esmeraldas para ti.
Déjame
encender velas de colores donde el viento sacude la negra soledad ya ida e
iluminar tu rostro, tu cuerpo que acariciaré como el pétalo de la sombra y
sentir caer la lluvia donde los dos vivimos la eternidad del gozo y del placer.
Déjame
prevenir el mañana donde no existan culpas ni se acepten dudas, donde no se
enferme el silencio y el deseo se encienda sin saber, en tan solo un instante.
Déjame
descansar junto a ti, amurallados en un resplandor estático de paz y quietud,
sin pasos y sin alas, solos tú y yo, sobre el espacio blanco de los días
huyendo de ruidos y sombras.
Déjame
estar frente a ti, besar tu boca con mis manos sobre tu pecho, envuelta en la
gracia divina de sentir tu calor, negándome a las telas, en nuestra desnudez
total.
La
dicha está segura ahí, a tu lado, eres el elegido, como el agua más clara, más
perfecta, en la mínima esfera de la gota que no en infinitudes de océano.
Déjame
ser yo, tu amante, totalmente tuya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario