Donde
habitan los sueños, en lugares recónditos, en praderas florecidas, en mares
embravecidos, en cuevas hondas, en follaje verde y tupido, los busco.
Donde
habitan los sueños, los de amor, se sienten en el corazón arrebolado y trémulo
de dos almas que se aman.
En
esta vida, los sueños nos columpian en dulces momentos que nos estremecen al
recordarlos como en la punta de un ramo cuando el peso de la gota hace
inclinarse a la hoja ya acaso rendida.
Donde
habitan los sueños, en un puro silencio, se transforma en un escenario del
drama del vivir.
Son
una pausa entre la vida y la muerte, sin aliento nos lleva a la mañana entre sueños y nada se mueve, se crean en
torno nuestro, ondas de calma.
Donde
habitan los sueños, recorriendo senderos y esteros buscándolos en estrellas,
las que iluminan nuestras vidas, bajo una luna que atestigua nuestro amor.
Donde
habitan los sueños, las hadas y los gnomos van tras ellos, perdiéndose en
noches eternas, caminando sobre el mar o sobre el tupido verde del prado,
dejándose llevar por el aire que dispersa el amor que nuestras almas sienten.
Donde
habitan los sueños se siente el ruego de amar que delira en murmullos junto con
tu nombre y el mío, esos sueños perdidos entre ráfagas de besos y miradas
profundas, como el inmenso océano donde viven escondidos y unidos los
paradisíacos recuerdos de nuestro amor.
Donde
habitan los sueños, allá en los límites del tiempo, donde las puertas a
nuestros corazones se abren en un sinfín de sentir, maravillando al amor
verdadero.
Quisiera
más que nada, más que buscar nuestros sueños, ni hondos signos por celestes
mundos supremos, ir tras ellos, donde habitan, para sentirlos latir y vibrar
con ellos entre luceros remotos.
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