Invisibles en el Paraíso.
Nuestro lugar secretísimo
donde nadie nunca nos
encontrará, nadie
y es allí donde te siento cada
día
rozándome sutilmente con todo
tu amor
que es como una mariposa
que vuela en el aire de la
mañana,
como el viento suave que roza
mis cabellos.
Nos amamos sin prejuicios ni
condiciones,
sin esperas ni reservas,
sin egoísmos ni sombras,
sin cadenas ni sumisiones,
el mundo real para nosotros no
existe.
Invisibles en el Paraíso.
Nos amamos con la profundidad insondable
del océano,
con la claridad del Sol en las
montañas
con la fuerza suprema de
vientos huracanados.
Nuestras almas se buscan tras
toda emoción.
Invisibles en el Paraíso.
Frente a nosotros enmudece el
mar,
la arena,
el cielo y la mirada
y desde la lejanía se sienten
ecos,
palabras,
voces que suenan clamando por
la claridad y el amor.
¡Paz!
¡Vida!
Nacidos para la vida
y el amor fuimos creados.
Invisibles en el Paraíso.
Cogidos de la mano,
con pasos errabundos y lentos,
emprendemos nuestro camino solitario
y hemos subido al cielo,
a las estrellas luminosas,
en la inmensa noche azul llena
de temblorosos ojos.
Lengua del Paraíso,
sones primeros,
vírgenes,
entre tanteo de los labios en
el aire del mundo
para que estrenemos los besos,
los abrazos,
los nombres de los gozos
primigenios
que nuevos son para el júbilo
nuestro.
Invisibles en el Paraíso.
Que en los tiempos del alma,
allí,
en el más antiguo nos
encontremos sin buscarnos,
sin seguir huellas ni en
nuestra memoria,
ni en ningún signo nos guiaremos,
nos veremos percibiéndonos
nítidamente
entre la niebla gris que poco a
poco se fue abriendo
para que nos viéramos y nos
amáramos por siempre.
Invisibles en el Paraíso.
Y así,
lo que tú eres cuando yo te lo
digo
no podrá serlo nadie,
nadie podrá decírtelo.
Nuestras almas están juntas,
tú me sientes en la tuya,
yo te siento en la mía sin
poder entenderlo,
sin saberlo nosotros mismos.
Invisibles en el Paraíso.
Nuestro aire está lleno de
esperanzas en vuelo,
las encontramos y las
traspasamos
con nuestras alas tiernas
y con un soplo imperceptible
nos decimos
¡Te amo!
Aunque estén contra nosotros,
el aire y la soledad,
nos seguiremos queriendo
sobre todo en la alta noche
cuando el sueño,
ese retorno al ser desnudo y
primero rompe desde las estrellas,
nos queremos sin querer a
fuerza de estar queriendo.
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