Canción
del regreso,
dulce,
apasionada,
con
querubines de estrellas.
Fluye
el río del tiempo,
se
empapa uno en sus aguas,
se me
encoge la voz,
la
mirada se amansa.
se
achica el corazón,
las
piernas se acalambran,
se
entumecen los brazos
y se
herrumbra la espada
y la
flauta se vuelve,
reticente
y opaca.
Canción
del regreso,
ayer
grité un alud de palabras
para
abrir cauces nuevos
y
derribar murallas.
Ayer
mis ojos acertaban distancias
y como
un remolino
mis dos
brazos giraban
destruyendo
malezas,
o
blandiendo una causa.
Canción
del regreso,
piernas
y corazón apuraban su marcha.
ora explorando amores,
ora andando comarcas
rodando
mi vivir
esperando
tu regreso.
A todos
algún sueño
prometía
mi flauta,
no el
sueño que se sueña,
sí el
sueño que se arranca
de la
tierra renuente y fértil.
Canción
del regreso,
te
espero con ansia,
reclamando
tu presencia
en un
torrente de lágrimas
para
urdir un diluvio
con una
ancha puerta
en la
pared de mi arca.
Canción
del regreso,
ahora
mi voluntad se afana,
desde
el umbral de mi casa
y un
mar de letra impresa
abre
ahora allí una marejada leal
en la
que me interno
dando
al fragor la espalda.
Canción
del regreso,
a veces
el jardín convidador
me
llama
cuando
en rosas,
jazmines,
geranios,
estalla
o verdea,
modoso
en la paz de su grama.
Voy
cantando bajito,
te
estoy esperando,
no
ahondo mis pisadas,
no sé
si por costumbre
cautela
u holganza
con un
gran gozo de placer
porque
llegarás al fin a mí.
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