Náufraga,
en un mar de cielos
abiertos y de soledades
que me acompañan en
mi propia pena.
Las lágrimas saladas,
de agua de río y mar,
llevan mi voz delgada
a través del ancho
mundo,
por los aires,
en un idioma sin
labios.
Náufraga,
en un sueño
de una larga
despedida de ti,
me voy flotando,
marchando sobre el
mundo sin poder pisarlo
porque no tengo un
sitio donde recalar.
Náufraga,
sin amor,
nadadora de noche,
nadadora entre olas y
tinieblas,
avanzo contra la
doble resistencia
sorda de oscuridad y
mar,
de mundo oscuro.
Se rompen a mi
alrededor
las densas ondas
anchas de la noche,
buscando con afán la
claridad
que me lleve al amor,
al verdadero, al único.
Brazada por brazada,
levantando un espumar
altísimo en el cielo,
espumas de luceros,
de estrellas que
salpican mi rostro,
con un tumulto de
constelaciones de mundos.
Náufraga,
con inocencia
desnuda,
desafío mares de
siglos,
siglos de tinieblas,
buscándote a ti,
mi amante,
traspasando el mar,
la noche,
las conformidades,
para ser tuya en la
playa del día que alborea,
naciendo en la nueva
aurora que nos espera.
Náufraga de un mar
ahora con riberas y
horizontes,
porque tu ausencia infinita,
ahora es presencia
cálida y apasionada.
Eres mi barco,
el que esperaba,
eres ahora mi sostén,
mi apoyo, me has
asido
en esta blanda tiniebla
y me has hecho tuya.
Naufragando mi pena
entre tu mirada,
donde la luz de aura
me inunda por doquier,
entretejiendo juntos
este amor que nació
entre los dos.
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