A
veces la vida
me quiere estallar
en canciones de angustia
inesperada.
Yo quisiera quedarme
en el secreto de mis penas
punzantes como estrellas,
pero mi alma no puede alcanzar
el silencio del poema sin
palabras
y salta por mis labios
hecha polvo de vibraciones
íntimas.
Hay una sola puerta abierta
en el camino donde va mi vida,
desconocida de sonrisas.
Salgo a buscar su rastro
como si el cosmos se hubiese
concentrado
en su energía de mariposas
destrozadas.
Mi emoción rueda ahora
por una de esas islas de dolor,
sin dichas,
sin amores ni alegrías.
Me he sentido llegar allí
donde se mueren las canciones
felices
y el dolor se da cita
con la pintura transparente del
cielo,
sin nubes ni ocasos.
Canción de una pena,
me duele aquella rosa
prematura y perfumada
que se cayó en mis ojos
herida por los pétalos rosados.
Sangra el dolor del atardecer,
caído a mis espaldas,
la pena del crepúsculo
que no volverá a enamorar
la margarita pálida del bosque.
Solloza de misterio
en mi vuelo de nube,
una gota de lágrima
que se subió al espacio
llevada por una espiga de rocío.
Todo el dolor que rueda
en el instante abandonado,
viene a danzar su ritmo
en mis manos atormentadas
de ansiedad cósmica.
Y la emoción me estalla
en canciones inútiles,
en poemas con pesares de soledad
dentro de este espejismo de
grandeza.
Parte mi canción de una pena
por estar tú tan lejos de mí,
allá en la distancia infinita.
Quiero un corazón nuevo,
acerado,
para no sentir este amor
que por ti late
a estar sin tu presencia,
vivo en tu ausencia
queriendo mi alma amarte,
brindarte dulzura, calor,
gozos sin fin.
¡Si el universo acelerara el paso
para romper los ecos
de esta ausencia!
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