Desde la lejanía,
a través de los cielos
gozamos de la esperanza de
encontrarnos,
de tener la luz que no tenemos
y en ese gozo de esperar,
la felicidad nos encontrará.
Nunca más solos,
mundo de dos,
frutos de dos,
verdad paradisíaca,
inventada por nosotros entre
poemas,
palabras, letras que nos unieron
como apretados hilos de plata
con sabores de mieles.
Desde la lejanía,
en mi imaginación,
camino entre perfumadas setas y retamas
y voy hacia los torrentes que caracolean
sobre las piedras resbaladizas de musgo,
entre las extensiones de brezas rojas,
entre los espesos pámpanos
donde se posan las alondras.
Desde la lejanía al despedirnos,
nos separamos con ansias
ya de otra luz de encuentro,
para gozar el vivir
que hasta ahora ha sido trémulo,
presentirse jubiloso
como promesa eterna de amar.
Desde la lejanía,
pero tan cerca que vibraremos
con inquietudes,
con vehemencia,
con honduras plenas de
sinceridad,
amándonos alma con alma,
corazones cálidos que anidan
el deseo de estar juntos.
Quiero tu amor como árbol
florecido
y hoguera de estrellas,
río de música,
llovizna de jazmines
que por dentro me abracen,
me acaricien con esa dulzura
que tú solo puedes dar.
Llévame contigo,
vagabunda de amor,
entre tus silbidos y quejas
retumbantes,
al paraíso del vendaval
eternamente unida a ti,
tú, mi felicidad,
tú mi mundo todo.
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