Estos son los poemas de Martha Urquizó, poeta uruguaya que ya publicara quince libros de poemas de amor en Montevideo, Uruguay, titulados: Logros de Vida, Mi Verso es un Canto, Los Colores de los Sentimientos, El Abrazo de la Luna, Poemas que Viajan, Sinfonías de Amor, Crónicas de Amores Vivídos, El Cantar del Alma, Memorias del Viento, Cartas al Amado Ausente, Amor, Pasión, Dolor, Historias de Vida, Verdades Incomprendidas, Palabras en silencio y El Aroma de la Noche.
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martes, 20 de enero de 2015
No me preguntes nada
No me
preguntes nada,
Sólo ámame
como tú sabes amarme
Y yo te
responderé con igual intensidad.
No me
preguntes nada,
Abrázame,
Necesito
todo de ti,
Soy ese
amor secreto a oscuras,
Soy un
fantasma en tu vida,
Que siempre
se desvanece en el aire.
No me
preguntes nada,
La noche
está por comenzar
Y soy tu
amiga, amante de la oscuridad.
No me
preguntes nada,
Soy toda
tuya, abrázame con la luz del alba,
Debo partir
dejando entre tus brazos mi existir
Y si
alguien te pregunta por mí,
Le dices
que era un sueño irreal y mágico.
No me
preguntes nada,
Nuestro
amor creció entre los dos
Con una
pícara sonrisa
Y creció
diariamente con un dulce entretenimiento
Cosquillante,
con ansias de estar juntos.
No me
preguntes nada
Pienso en
tus caricias
Y tus
caricias corren hambrientas
Sobre mi
piel dormida.
No me
preguntes nada
El silencio
me trae tus ojos de perlas
En oleadas
temblorosas de viento y humo
La
esperanza de que vienes pronto, muy pronto.
No me
preguntes nada
Y el
silencio me trae el murmullo de las olas
Las oleadas
del viento
Los anhelos
de que vienes pronto.
No me
preguntes nada
Pienso en
tu sonrisa, tu sonrisa está conmigo
Esta
clavada en mis ojos por siempre
No me
preguntes nada
Me niego a
despertar
No quiero
ver la soledad detrás de tu perfume
Que se
niega a partir.
Ayer
acaricie el pétalo de tu nombre
¡¡ Que
extraño fue!!
Nació nuestro romance
Nació nuestro romance
como una ráfaga,
violenta, como un huracán
vertiginoso,
desde lugares distantes.
Fue como una nube,
tal vez una corriente renovada,
fue como estrella,
como lucero que brilla,
que titila y parpadea.
¡Ah, nuestro amor!
Fue un viento pasajero,
fue como el mar,
más bien como marea.
Nació nuestro romance
y se clavó como una espina o
dardo
sin dolor en la hondura de
nuestros corazones,
es como el bello canto de la
alondra,
es como un sol que en el ocaso se
desliza.
Hoy nuestro amor
se torna transparente y es
nuestro presente.
Nació como un manantial puro
y virgen de la montaña,
recorriendo caminos diferentes y
pendientes
hasta llegar al remanso de paz.
Nació nuestro romance desde
lontananza,
más allá del cosmos
y se fue acercando para unirnos
cada vez
en forma más entera y profunda.
Nos buscamos hasta en la
penumbra,
donde nuestras almas
en dicha total se encuentran
y nos vamos lejos, juntos,
a estar en completa comunidad de
espíritus.
Entre ríos de música
y lluvia de pétalos de flores,
serenamente, nos abrazamos,
somos uno en dos.
Somos árbol que va floreciendo
de a poco y hoguera sin humo,
sólo con luces multicolores.
Y nos envuelve el olor de las
glicinas
y de las madreselvas,
derramándose por doquier.
No dejemos que este romance
termine
en espejos de recuerdos
del áureo paraíso logrado.
Busquemos esa perfecta unión
que acerca más que abrazo
o beso de nuestra vida
y de su gran proyecto de dichas
de futuro,
acercándonos al presente
para darnos largas dulzuras del
minuto,
del tiempo que estamos viviendo.
Surcar distancias
Surcar distancias,
en un continuo
deambular,
yendo y viniendo en noches
de Penélope,
cielos abiertos
frente al mar,
hacia el amor único y
verdadero.
Surcar distancias
para al fin ir
al encuentro de la
pasión,
de la ternura,
con estrofas sin
lágrimas,
versos de
pensamientos puros,
de deliciosos tiempos
que vendrán
en nardos empapados
en lloviznas finas.
Surcar distancias
hacia los rayos
de plata de la luna
naciente,
en visiones claras
que se entrecruzan
para vivir
horas felices en los
cielos del alma.
Surcar distancias
para que nuestras
trémulas manos
se entrecrucen con caricias
ansiadas.
Yo que soy capaz de
sentirme todo espíritu,
a tu lado soy mortal
y no más ángel
como el luminoso
Perseo.
Surcar distancias
para ir hacia la
llama que quema
y hacer de dos mitades
una misma alma
como Platón en su
Fedra.
Hablarnos el lenguaje
mudo,
sin voz, ni palabras
en los momentos de dicha
suprema
de dos seres que
tiemblan
en el paisaje que
baña la luz de la luna.
Surcar distancias
para acercarnos
por puertas estrechas
o ventanas semiabiertas
o corredores hondos y
vernos abrazados,
reflejados en todos
los azogues del mundo
en manos de agua.
Mis lágrimas serían
alas
para ir a tu
encuentro
y estrecharme en tu pecho
desviviendo
la vida a cada nuevo
paso.
Surcar distancias de
los espejos
a los lagos para no
ser tan sólo ilusiones
sino realidades
vividas a pleno
sin ser día tras día
tan sólo un recuerdo.