Páginas

Tarde invernal


Tarde invernal

El viento helado era una pincelada de rojo en mi mejillas y
un gozo bailarín en tus pupilas húmedas.
Un aire inverosímil arremetió con el sol, golpeteaba por dentro,
de los pulmones, empujaba la sangre.
La alegría, pensé, debe ser parecida a un remolino de sol corriendo por los campos.
Y te miré, con calor en mi alma, envíe caricias a tu corazón.
Y te miré aguardando, ni magia ni milagro, que ya en dorado crepúsculo inundaras,
el cauce de la tarde.
Con el frio helado de afuera, nosotros acurrucados y abrazados frente al fuego,
de la chimenea, nos besábamos apasionadamente, éramos uno del otro,
corazón con corazón.
Y entre perfil y miradas , se sienten frenéticos toques de diana,
anunciando nuestro amor infinito.

“Dame a beber la poesía,
en el raudal de inspiración,
que a la noche es meditación”

Leyenda


Leyenda

Mis pasos de alondra,
pisaron un otoño húmedo y te sentí volar,
entre la fronda indiferente de viejos pergaminos.
Quise seguir tu vuelo solitario.
Quise amarrar tus ojos a tus alas.
Quise rehacer mis dedos con tus plumas.
Más tu volabas… volabas…
Autómata juguete de papel y cielo.
Y te tragaba el viento.
Y te mordía la distancia luminosa.
Y yo soñaba… soñaba…
que hoy… tal vez mañana…
quizás un día…
yo sería la rama de tu nido.
Y fui la rama.
Y allí posaste tu piel con el ahogo de de tu aliento.
No hubo nido.
Tú volaste…
fuiste un cuento.
Mi sueño, una leyenda de otoño en mi memoria.

“Nadie previno,
 la culpa de existir,
no acepta culpas”

Adiós


Adiós

Marcha a tu paso, mi amado.
Yo iré al mío.
Trota mapas de tersa cartulina que yo galoparé mi desvarío,
para trocar un ya, por un acaso.
Hoy para no irte a buscar y traerte a mi lado piafa mi rosillo
y se empecina en sacar sus ardores de pegaso.
Esté amor al que hoy le decimos ¡adiós! Fue un amor en remolino,
donde confluían todos mis raudales,
unos arrastran tiernos recentales, otros se encrespan con furor felino.
Él vendrá del fondo del espejo,  donde mi infatigable catalejo, lo construye,
lo pierde y lo reitera.
¡Adiós! , el adiós nos separa para siempre y mi corazón se agita, duele,
se apesadumbra.
Quiero que estés conmigo como antes, yo entre tus fuertes brazos,
sintiéndome muy feliz.
Y cuando desde el balcón del frente, mi libre albedrio precisa y sente llegar a mis labios,
tus besos ardiente, ardorosos.

“Te retratas fiel,
 sobre heliotropo,
 del crepúsculo”