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lunes, 14 de noviembre de 2016

Incongruencias de la vida


Incongruencias de la vida,
nos golpean sin saber por qué,
nos atrapan, nos deshacen cuerpo y alma
en pedazos de cristales rotos,
rompiendo nuestro equilibrio interior.

Nuestro corazón se rompe
en absurdas e inadecuadas situaciones
que de seres del submundo aparecen
para destrozarnos
y hacer manar lágrimas de angustia
 por nuestras mejillas
haciéndonos sentir el vacío
 de la ausencia del amor.

Las metáforas de la vida cambian,
 se presentan notas divagantes
en las conversaciones íntimas
de nuestros corazones.

Incongruencias de la vida,
imprevistas, divagantes
que entre signos y quejidos
se nos presentan sin sentido alguno
en laberintos de emociones encontradas.

Aparecen sin sentido
ni causa como centellas de maldades,
las desconocidas iras soterradas
que se yerguen frente a nuestras almas
 y quieren azuzarnos en amarguras,
polvo, sañas y sequías de espíritu.

Incongruencias de la vida,
despropósitos que como armas
se alzan frente a nosotros
en tiempos lentísimos,
en minutos rápidos
y en nuestro interior nos defendemos
 atrapando el sentimiento
que nos hiere con puños,
entre grumos de gritos.
Sucumbimos al enojo
y una gran incapacidad
nos impide vislumbrar las nubes
alumbrando la tierra y el sol
invernando de a poco.

Debo ser indiferente,
no desgastar la vida
tan valiosa de vivir
sin pesares ni dolores,
quedarme quieta,
no desarmarme nunca.
Hablar, pensar, llorar, gritar,
 ir, amar, vivir y morir
entre risas, cantos, alegrías
y alborozos de amor.

Lozanía de tocar el cielo
entre limbos terrestres.
¿Cómo he de ser feliz
frente a la adversidad?
¿Quién descifra la vida?
Incongruencias impropias,
frente a ellas el silencio absoluto,
sí la búsqueda interminable
de poemas de amor ya conjugados
que se van vertiendo de a poco
entre mantos y velos de tinieblas semioscuras
en noches grises en papeles
que ansiosos los esperan.

Incongruencias de la vida,
la calma de nuestro espíritu
limpia todo lo inadecuado,
lo indebido
que nos hace sentir tristezas sin fin.

Volemos muy alto
escapándonos de los funestos recuerdos,
 remontémonos hacia horizontes claros,
diáfanos que nos conduzcan al olvido
y poder amar sin límites
ni miedos ni temores
 en el lecho nupcial de algas y flores
 iluminados por la luna
que como nota errante
se había extraviado en su cantar.

Vivir la vida a pleno,
soñar entre versos y cantos
y no dejarnos llevar por extravíos
de otras mentes
que sólo están en la oscuridad absoluta.

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