Zaranda,
ritual del juego amatorio
que subyace en la danza del trompo y del viento.
Zaranda
que en la vida se tamiza
como en lagares lo verdadero de lo no real,
lo necesito por lo innecesario.
adorna sus helicoides caderas
como una flor bailarina
siguiendo sin cesar el ritmo planetario
del orbe todo.
Es el tamiz que nos selecciona lo vano,
lo útil de lo inútil,
red maravillosa que en la vida todos necesitamos.
Mi Zaranda juega en equilibrio dentro de mi
y me lanza a mi corazón que palpita de anhelos,
luces de amores pasados y presentes
que dejan sus huellas para no olvidar lo verdadero,
lo único que en su desenvaine de luz,
dejaron lo mejor,
lo inolvidable dentro de mi.
Zaranda
que todos tenemos para evitar heridas,
sufrimientos,
verdades falsas que sin esta
criba para nuestros sentires
perderíamos en el juego de la vida,
el equilibrio en tan sólo un instante
de nuestro existir.
en su dinámica diferenciación,
nos hace vibrar de emoción
en cada encuentro de amor.
Este cedazo nos limpia
en forma trascendente en nuestra alma,
en forma continua,
permanente, constante,
considerada, sentida.
Zaranda
que en cada ritmo e instante
nos permite diferenciar lo vivido en plenitud,
haciéndonos fluir sin reservas,
se sabe con redes…
infinitas,
así se tamiza la vida
entre ilusiones y esperanzas.
Zaranda,
faro que nos ilumina
entre gozos de lo eterno
en su instancia total
y nos señala en su criba
de iridiscentes metales la desigual
intermitencia de lo vano y superfluo.
Vivo en un ensueño de fantasías
buscando siempre el amor único a la espera
de que llegue un día de risas y cantos,
de felicidad permanente y soberana
Zaranda,
cedazo con fondo de madejas de metal
que me llevan a vivir sin llantos ni dolores,
ni mezquindades vanas
ni en desolaciones frustrantes cernidos
ya en su tamiz de cristal desgajando
la dicha no verdadera
que florece sin darnos cuenta.
En momentos de inseguridades
acudo a mi zaranda
para que mi alma como un ave inmortal
de alas seguras en apacible calma
encuentre la paz y el amor esperado.
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