El desaparecido,
que sagazmente entre misterios
entrelazados
quiso estar a mi lado.
¡Qué equivocado estabas!
Nunca aceptaré tus falsedades,
tus mentiras,
tu satisfacción es encontrar solamente
tu goce.
Rapaz, traicionero,
que buscas herir los sentimientos
de quienes pueden llegarte a amar.
¡Vete de aquí!
¡No te acerques más!
No quiero mirarme en tus ojos plenos
de maldad.
¿A qué viniste?
¿Cuál fue tu intención verdadera?
¿Hacerme daño matando el amor
que podría sentir por ti?
Entre nosotros todo acabó,
no quedó nada.
No es soledad,
es para ti como si nada hubiera
sucedido
y mi sueño se levanta buscando el amor
verdadero,
para que este aquí pronto y no se vaya
más.
No quiero oír el golpe de la puerta al
irte,
no más golpes, ni en pedazos
romper mi corazón.
Yo alcancé a oírte pero la luz se apagó.
Pero nadie puede entenderlo,
aun te puedo llegar a amar.
¡Ay amor, quebrada,
caída y en la caída lloré mirándote!
Fue golpe tras golpe,
pero el último ya no era necesario.
Eres para mí un fantasma
desleído, oscuro
y el mal lo reemplazaste a tu regreso
creyendo que Ibas a encontrar
a la que era antes.
Entre tú y yo
solo quedaron recuerdos
ni una sola clausula,
las que pasan lentas, retóricas,
como odas lejanas que el vapor compone
con ellas.
¡Qué día más oscuro del alma!
Creo pensabas ampararme sin confines
ni limites,
que me cobijabas en templanza infinita
y todo desapareció en un instante tan
solo,
sin un por que, sin una causa.
Solo quedo angustia,
a la que le das la prueba
de que existe en el mundo
algo más que el afán de que algo
existe.
No se distingue ya tu mentira,
eres el gran dolor sin consuelo.
No de metal que ciñe el cerco de aire
para que no se escapen
las promesas no cumplidas.
Me siento derrotada pero firme,
voy segura al final de mi otoño,
en busca de lo que quizás
la vida me devuelva algún día…
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