Soliloquio de amor,
cuando llega la noche
no sé qué decirte…
A veces tengo para tí
un par de palabras
mas tus interminables
silencios
me dejan cual témpano
que sale del
infierno.
Soliloquio de amor,
a veces me quedo sin
pronunciar tu nombre
y entonces tus
palabras,
cual fardos, me
apabullan,
hasta dejarme sin
aire
y se ahogan mis
deseos
en solipsismos
eternos.
Soliloquio de amor,
a veces sin silencios
ni palabras
doy vueltas en la
cama
y me siento como
escarabajo,
al abismo que cae del
eco.
Soliloquio de amor,
monólogo triste y
solitario,
evocando los
sentimientos profundos
del amor que por tí
sentí.
Es ahora tan sólo un
recitando
conmigo misma,
una parte, un
parlamente completo
de insinuantes
recuerdos perdidos en el ayer.
Soliloquio de amor,
en su espejo doble de
pupilas,
ella es la tierra
tejida
en rúbrica espiral de
raíces.
Él es el viento
y sus inacabables
potros de conquista.
Mueve el follaje de
sus manos
el chisporrotear de
estirpes
aún dormitantes en la
bronca sed
de sus propias
semillas.
Soliloquio de amor,
los espectros amantes
son estatuas
que el mar no
distingue.
Su beso es sucesión
de un sueño
rodado en líneas de
arena,
una playa donde Dios
olvidó sus húmedas
siluetas.
Soliloquio de amor,
en los prados de tu
huerto,
a la luz del
plenilunio,
se moría cada flor en
cada palabra
y concurriendo a una
extraña complicidad de infortunio
en el rosal de mi
vida,
se deshojaba el amor.
Soliloquio de amor
que me dan todas las
lágrimas del mar.
Mis ojos están secos
y yo sufro unas
inmensas ganas de llorar.
Estoy triste
porque nuestros
mustios corazones
nunca estarán juntos.
Soliloquio de amor,
monólogo triste y solo
como un incipiente
retoño de flor
en un camino sin
sendero.
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