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domingo, 1 de octubre de 2017

La fuga silenciosa



La fuga silenciosa,
que despacito que sin dejar pistas ni adioses,
te fuiste de mi lado sin ningún deseo de frente a frente,
mirándonos a los ojos,
con la verdad desnuda enfrentando al ser que dejabas para siempre.
Nadie vio mi rostro triste, angustiado,
flagelado.
En vano esperé escuchar tus pasos,
abrí puestas, portones, rejas, todo inútil,
fuiste un ser cobarde y despreciable,
no te atreviste a enfrentar una situación real,
importante en la vida de todo ser humano.

La fuga silenciosa,
Mire arriba, busque abajo,
todo era gris, hacia los cuatro costados,
caminé, caminé,
nunca escuchaste mis llamados a tu mente, a tu alma.
Y de a poco, displicente, con tristeza,
empecé, con deseo avergonzado a buscar mi risa perdida,
mi alegría escondida,
donde la luz tímidamente se iba asomando.
Y comencé libre sobre el recuerdo ingrato,
a bailar, danzando con mi alma y mi cuerpo,
al unísono, a orillas del mar en calma y paz.
Sin darme cuenta me envolvió una túnica,
de lentos llantos de felicidad como gotitas,
bajo la luna que alumbraba mis pasos.

La fuga silenciosa,
Asoma a mis ojos la fronda lejana,
hojas, frutos, flores
y mis brazos se mueven con ramos del agua
y en mis dedos largos vuelan las torcazas.
¡Aprieta los puños que ya se te escapan,
el aire y los sones en que arden las cañas!
¡Qué hambre de soles y playa a mi frente asalta!
¡Aprieta y me sueltas palmera con alas,
que el alma y la carne se van en mi danza!
Después de tanto tiempo de tener un morral en el hombro,
cargado de angustias, tormentos, dolores,
se va lejos de mí.
Lo dejo en el camino nuevo que empiezo a recorrer.
¡Todo el mar en mi pecho!
¡Todo el cielo en mi alma!
avanzo por el bosque de cristales,
hacia una nueva vida,
plena,
feliz,
en espera del amor que me encontrará.

La fuga silenciosa,
ya percibo sus señales flotando en el aire azul
y sonrío en mi interior, soy feliz desde ahora.
Estas cartas escondidas en un cajón en varias hojas descoloridas,
no las leerás y yo no seguiré escribiendo,
entre ellas flores secas  sobre las cuales,
alguna vez caerán suavemente mis lágrimas.
Antes la lluvia de mis ojos, siempre azules,
dulcemente despertaban a las glicinas del balcón,
¡Ya no más!
¡Me siento dichosa, se agotó el dolor!


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