Mi verso de amor es
un gemido, callado,
que jamás se queja
y en las madrugadas,
entre tinieblas y fríos
llega hasta el papel
donde se vierte la
ilusión
de una estrofa
perfumada.
Es para ti, mi númen,
mi amado por siempre,
te escribo con todo
el amor
de mi alma taciturna
que como música
olvidada
tiene azul
resignación
y lo da todo sin
pedir nada.
Mi verso es un
gemido,
dulce, umbrío,
levanta mis
quebrantos,
sin arrebatos y sin
ruidos.
Espera que tú duermas
para decírtelo con
ternura
al son de mis
suspiros cadenciosos.
Es el verso que se
agita
y rápido se despierta
como eco de un
estampido
de una flecha musical
que arrebolada se
estrella
en tu corazón amado.
Mi verso es un
gemido,
moja sus alas en la
transparente
esfera de la gota de
rocío
en la que, absorto,
contempla la imagen
del cielo
unida a la forma de
la Tierra.
Cada estrofa gime y
canta
y suelta su perfume
como la flor recién
nacida
en los atardeceres,
bajo el canto de tus
besos
y en la danza de tus
brazos.
Mi verso es un gemido,
blanco y puro
que alimenta mi
espíritu y mi sed
se nutre de tu
presencia
aún a pesar de la
distancia
que a veces nos
aleja.
Mis áureas palabras,
mis letras
impredecibles,
mis estrofas que
nacen del alma
van hacia las nubes
para flotar en ellas,
iluminadas por luces
de estrellas.
¡Versos! ¡Poesías!
Con ímpetu alado al
ideal ascended
y en las estrofas
verted
todo el amor
escondido
en mi espíritu, mente
y cuerpo, para tí, amado.
Yo mantendré con
aguas descendidas
por las fieles
veredas de mi pecho
el medido esplendor
de tu alabastro
para que una hiedra
de amor
caiga sobre mi pecho.
Mi verso es un
gemido,
un no tocar el río,
apenas aire,
el blando discurrir
de tu mirada.
¡Qué dicha sin
sonrojo
la que corre por mis
venas,
entre las lágrimas
que buscan mi pecho!
Amor callado,
en un silencio
silente
escribo para ti,
con un clamor de
queja y lamento
por no tenerte a mi
lado.
Mi verso es un
gemido,
escribo y sollozo a
solas,
entre suspiros y
plañideras clamo
¡Ven a mí! ¡Te
espero!
Quiero versos sin
lamentos,
todos para ti,
para entrar más
adentro en la espesura,
desgarrando mis naves
de amor
sobre la playa y así,
te daré el sellado de
mi gracia
y tú, la cifra de tu
nombre.
Mi verso es un
gemido,
ahora más calmo,
sosegado,
no hay más tristezas
en nuestro aire
el que nos sigue,
mientras canto
y mi mano fuerza el
hombro de la noche
para que vuelvan
tus labios a los
míos.
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