Estos son los poemas de Martha Urquizó, poeta uruguaya que ya publicara quince libros de poemas de amor en Montevideo, Uruguay, titulados: Logros de Vida, Mi Verso es un Canto, Los Colores de los Sentimientos, El Abrazo de la Luna, Poemas que Viajan, Sinfonías de Amor, Crónicas de Amores Vivídos, El Cantar del Alma, Memorias del Viento, Cartas al Amado Ausente, Amor, Pasión, Dolor, Historias de Vida, Verdades Incomprendidas, Palabras en silencio y El Aroma de la Noche.
Páginas
▼
martes, 10 de enero de 2017
Caminos entrecruzados
Caminos entrecruzados,
jamás podremos encontrarnos tú y yo,
nuestras vidas están separadas por siempre.
Te amo sin conocerte,
nunca nos vimos
pero estuvimos cerca muy cerca de unirse
nuestras mentes y nuestros cuerpos,
te amo desde aquí, tú desde el más allá,
desde tu horizonte lejano
desde tu crepúsculo distante.
Caminos entre cruzados,
entre tu y yo,
sinuosos,
trenzados,
turbios,
vibrantes de latires de amores sentidos y
dulces.
Abrasémonos, amémonos,
dejemos de estar un instante tan solo juntos
con placer y gozo,
ese placer único de un clímax intenso y
breve tan sólo.
Un día, ese camino será de los dos
y al encontrarnos yo podre estar entre tus
manos,
toda entera para que me guardes por siempre
en un arca secreto, oculto y sagrado.
“la
esperanza es
un
horizonte lejano
donde
Pandora
espera
siempre
por
el Herat”
Murmullos en la noche
Murmullos en la
noche,
colmada de cálidas
palabras
encendiendo velas
donde el viento
sacude negra soledad.
Ayer en la noche,
entre los silbidos
del viento
acaricié el pétalo de
tu sombra.
¡Qué extraño fue!
Murmullos en la
noche,
los dos quietos,
abrazados en un solo
cuerpo,
sentimos en oleadas
de viento y agua
que la esperanza
viene a nosotros.
Murmullos en la
noche,
somos dos,
sólo dos,
con miedo a ser uno.
Miedo a amar y a
dejarse amar
miedo a pasión
desbocada,
miedos a besos furtivos y deseados,
miedo a vivir
entrelazados
bajo las ramas
confundidas y anhelantes
de los ligustros.
Miedo de ser
naturaleza,
viva,
en la naturaleza.
Murmullos en la
noche,
delirios alucinantes
de saborear la paz
serena de tu amor
y cada mañana tu aliento
de cigarra anida
mis ojos abiertos
en la penumbra
quieta.
Murmullos en la
noche,
que mi alma
juglaresca escucha
como fondo
apabullado,
son murmullos que
como arrullos de
horas muertas
nos nombran,
para unirnos con mil
ojos
confundidos de
caricias
en un viento
indiferente
que juguetea con
nuestros cuerpos
plenos de amor.
Murmullos en la
noche,
quiero que tú
con tus palabras y gemidos de amor
aturdas todos mis
sentidos.
Comúlgate conmigo,
apagan los murmullos
que deliran
desboca los temores
indefensos
y sólo
¡ámame!
y será, entonces, el
mundo nuestro.
¡Ámame!
Seré la sal de tu
camino
y el verde de tu
sombra acogedora,
seré tu cuerpo de
perfumes
y aromas dulces,
brazos de estatuas,
esculpidas por la
pasión fresca
de mis formas tuyas.
Canción del regreso
Canción del regreso,
dulce,
apasionada,
con querubines de
estrellas.
Fluye el río del
tiempo,
se empapa uno en sus
aguas,
se me encoge la voz,
la mirada se amansa.
se achica el corazón,
las piernas se
acalambran,
se entumecen los brazos
y se herrumbra la
espada
y la flauta se
vuelve,
reticente y opaca.
Canción del regreso,
ayer grité un alud de
palabras
para abrir cauces
nuevos
y derribar murallas.
Ayer mis ojos
acertaban distancias
y como un remolino
mis dos brazos
giraban
destruyendo malezas,
o blandiendo una
causa.
Canción del regreso,
piernas y corazón
apuraban su marcha.
ora explorando amores,
ora andando comarcas
rodando mi vivir
esperando tu regreso.
A todos algún sueño
prometía mi flauta,
no el sueño que se
sueña,
sí el sueño que se
arranca
de la tierra renuente
y fértil.
Canción del regreso,
te espero con ansia,
reclamando tu
presencia
en un torrente de
lágrimas
para urdir un diluvio
con una ancha puerta
en la pared de mi
arca.
Canción del regreso,
ahora mi voluntad se
afana,
desde el umbral de mi
casa
y un mar de letra
impresa
abre ahora allí una
marejada leal
en la que me interno
dando al fragor la
espalda.
Canción del regreso,
a veces el jardín
convidador
me llama
cuando en rosas,
jazmines,
geranios,
estalla o verdea,
modoso en la paz de
su grama.
Voy cantando bajito,
te estoy esperando,
no ahondo mis
pisadas,
no sé si por
costumbre
cautela u holganza
con un gran gozo de
placer
porque llegarás al
fin a mí.