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lunes, 23 de abril de 2018

Inquietud


Inquietud porque el temor,
 la duda me acechan,
de que los poemas de mi mundo mágico
 desaparezcan insólitamente,
 sin saber por qué.

Ellos emergen
en un momento perfecto
como el principio de mi vida,
en tropeles avanzan,
se entrecruzan, se deshilvanan,
caen al vacío del papel en blanco
con su destino: que lleguen a tus manos.

Inquietud,
mis lágrimas errantes
entre mis versos peregrinos
que abren la puerta del amor
entre la afanosa y perdurable angustia
que como ala es canción
y me estremece el alma
al temer ser herida y lastimada.

Inquietud, por tus desdenes,
la guardo clavada en mi espíritu
como cruel espina perfumada,
amante de la rosa.

La guardo cual amado tesoro,
en mis desvelos
cuando para mis líricos consuelos
irradian desde lejos mis versos,
tu alborada
para llenar de palabras de amor,
 tu memoria.

Inquietud de amar
 que con versos y cantos
será notoria por hacerlas
 nosotros la sublimación de nuestros anhelos.
No importa que se alargue nuestra espera,
sin prisas viviremos en la gloria.

Inquietud fugaz y pasajera,
quiero mirarte cara a cara,
 viéndonos en lo que somos,
brotando desde las dichas cumplidas ayer,
la dicha futura llamándonos
y otra vez la vida se siente
como un sueño trémulo
entre pimpollos florecidos de alelíes,
campanillas azules, rosas, amapolas,
 enredaderas de vida de un existir pleno.

Siente vibrar el amor dentro de mí,
¿Dónde se habrá guardado la estrella mía,
mi cristal ambarino de centelleante color?
Inquietud de que tú, amor,
no existas en mi vida
y esta ternura que ciñe mis hombros,
que entolda el oro de mi corazón
 me colme de pena.

¿Adónde buscaré el agua
si sólo conozco el eco de la fuente?
La noche me niega su torso de aurora
y voy extrañada, perdida, anonadada
 al mundo en que tú estás
trocando el aire azul
en búsqueda por el cielo
donde estás tú, mi amado.

No queda mucho tiempo, todo cambia.
¿No sientes inmensas huestes de besos,
de resistencias, de porvenir en las manos,
de arrebatos y de calmas?
Inquietud de que perdamos el segundo fugaz
de encontrarnos,
porque allí, detrás de los besos,
de las miradas, del gozo sin forma,
están y seguros,
nuestros mutuos sentimientos esperados,
esperando,
defendiendo en penumbra
 lo felizmente encontrado.

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