Soledad
desconsolada,
miedo,
temblor en mí, en mi cuerpo,
terror
terrible, inmóvil, está ya cerca,
es
la soledad desconsolada,
pegando
el oído al cielo se la oiría,
en
su gran marcha subceleste,
hollando
nubes.
Ella,
la desmedida, remotísima,
se
acerca aceleradamente,
a
una velocidad de luz de estrella
y
tarda todavía en llegar,
porque
procede de más allá de las constelaciones,
ella
tan vaga e indecisa antes…
tiene
escogido, cuerpo, sitio y hora.
Soy
yo su destinada presa
y
me doy cuenta que a mi lado solo hay,
un
hueco de tu ausencia,
a
ti mi amado ausente,
te
persigo por los más misteriosos recónditos,
donde
te has refugiado después de irte de mi lado.
Soledad
desconsolada,
no
te puedo hallar ni debajo de la piel de mis sentidos.
Tú
te has ido a una tierra burilada,
buscando
a otro amor que te atrape sin que te des cuenta.
¡oh!
mi blando corazón débil, solitario, llora,
para
que llorando mi desvelo vuele lejos
y
te olvide.
¡Todo
que acabado está!
como
un gran mundo a oscuras,
te
marchaste entonces.
¿Dónde
está tu cuerpo ahora,
vacilante,
todo trémulo recordando mis besos?
Sólo
queda la certidumbre de tu ausencia,
sin
labios.
¿y
dónde está ahora la angustia, el tormento,
cielos
negros estrellados que pueden ser,
que
quizás de haber sido tan solo un sueño?
y
en un cándido papel, que su candor se le aumenta,
necesita
el poema de amor,
la
carta suprema, para que del vacío,
se
salve de quedarse por siempre en blanco.
Tú
no eres de nada,
de
querer sin más, nunca supiste que eras un no querer,
pasaban
por ti los sueños sin ver que te traspasaban.
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