Ninfas
encantadas,
surgen
por el bosque
luminosas,
misteriosas,
travesías
que empiezan
rumbo a
Siempre,
buscando
en su camino
el alma
adolorida
de amor
para
darle calor,
luz
y
vestirla de armonía,
afanes
de
querencias puras.
Ninfas
encantadas,
geométricas,
columnas
de amor,
arquitectas
de sueños,
son un
todo invisible
pero su
suave roce
nos
acaricia al pasar
como
náyade del cielo,
nos
mima
y nos
ama.
Ninfas
encantadas,
como ayas
cuidadosas
e
institutrices permisibles,
nos
acogen
en su
seno
para
sentir
su
calor y su protección.
Nanas
prodigiosas
que
danzan
entre
duendes,
gnomos,
dando
vida al bosque umbrío
donde
tú y yo
nos
amamos sin cesar.
Son
balsas de salvación
con un
polícromo velamen de nubes
vestidas
de Venus
hendiendo
prodigiosas
auroras
y
crepúsculos,
espumas
del tiempo de los años,
siglos
y con
peripecias supremas,
día y
noche nos reúnen,
nos
hacen navegar
entre
besos dulces
y
abrazos fuertes,
empujándonos
a
nuestro tibio lecho
de
hojas de otoño,
para
que lleguemos
al clímax
supremo.
Ninfas
enamoradas,
dan
ansias de vida,
afanes
extrañísimos de amor,
de
querencias puras,
haciéndonos
recalar
en la
celeste ensenada,
segura,
la que
está lejos,
detrás,
a salvo
del Tiempo.
Ninfas
enamoradas
calculadoras
de sueños,
hijas
sin edad,
sólo un
diseño traslúcido
que une
nuestro cuerpo
a la
máxima plenitud
del
amar.
Abstractas,
sin
misterios,
serafines
o ángeles,
mensajeras
de pedazos de sonrisas,
de
besos,
de
caricias.
Ninfas
encantadas,
sus
alas,
yacen
en lo altísimo,
entre
plumas de ángeles,
que
encomiendan su vuelo
hacia
nosotros,
para
que en nuestro existir,
vivamos
amándonos,
entre
gemidos,
quejidos,
reclamos,
suspiros,
del
amor cuajado de estrellas.
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