¿Por
qué pregunto dónde estás si no estoy ciega,
si
tú no está ausente?
Si
te veo, ir y venir hacía mí, a ti, a tu cuerpo alto y viril,
que se
termina en voz como en humo la llama,
en
el aire, impalpable.
¿Cómo
no extrañarte si mí cuerpo clama por ti a cada instante, sintiéndome sola sin
tus manos en mi piel?
¿Por
qué debo preguntar al más allá, al horizonte lejano,
al
infinito, donde tú estás y en qué dimensión desconocida te escondes?
¿Por
qué tu ausencia se vuelve insoportable si no hay dudas de que nuestro amor no
existe?
¿Cómo
no sentirnos unidos si la vida como una gran sorpresa
no
nos suelta con sus fuertes brazos diamantinos ansiosa de unirnos cada día más?
¿Por
qué al estar tendidos juntos semidespiertos en la porfiada penumbra defendemos
inmóviles, trágicamente quietos, imitando quietudes de negra noche?
¿Cuál
es el motivo de que me crezcan poderosas alas,
en
manos, pies y cintura para cortar como golondrina el cielo suave del agua?
¿Por
qué más allá voy abriendo el tupido follaje de la misteriosa selva tras las
calandrias y las rosas de primavera lejana
buscándote
sólo a ti?
¿Por
qué me siento casta, transparente, luminosa y serena
como
la inmensidad verde y azul del mar que amorosa me abraza?
¿Por
qué más allá, en la lejanía te siento cerca,
sin
que las sombras y las altas nubes cubran nuestros cuerpos
quebrando
el abrazo de estar unidos siempre?
¿Por
qué siento que ángeles de coral vigilan nuestras almas,
convertidas
en puentes que al infinito vuelan?
“Tú eres el seguro brazo
en que me apoyo,
por el camino incierto,
de muertes o borrascas”
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